miércoles, 1 de junio de 2011

Creadores de Belleza




“Fue en la época en que la gente venía aquí a trabajar. Con el dinero justo para pagar el billete de tren y escapar del hambre. Pobre gente”

Amadeo ladea la cabeza ligeramente. Parece mirar al otro lado de la enorme cristalera de la residencia, hacia el soleado día primaveral que hace fuera. Un viento sur racheado agita las ramas de los tilos del jardín con un vigoroso movimiento.

“Las cosas no se investigaban antes como ahora, ni mucho menos. Mira, en eso se ha ido a mejor. Los Carlines eran unos desgraciados, ahora lo veo claro. Ahora que no queda ni uno vivo. Claro que, tampoco se merecían mucho más. Nos hicieron la vida imposible. Eso si que sabían hacerlo bien, si, desde luego”.

Amadeo cambia de postura y la silla de ruedas lanza un crujido al que no presta atención. Aparece un helicóptero revoloteando encima de los árboles de una loma. La distancia impide oír el estruendo de sus hélices.

“Eso si que es un invento de la leche. Te elevas por encima de cualquier cosa, de cualquier porquería con una facilidad insultante. Ya hubiera querido yo subir a uno el día que Colás Carlines le hizo aquello a mi hermana Rosa, ya. Me hubiera ahorrado los veintidós años en el penal del Dueso. Y, todo ¿para qué?"

Se acerca una chica uniformada con un carrito lleno de cosas. Parece que nos va a interrumpir por un momento, pero nos esquiva, y nos deja solos.

Eternamente.


1 de Junio de 2011

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