martes, 30 de noviembre de 2010

Instrucciones para Sonreír



Suele hablar todo el tiempo con ese tono que he aprendido a identificar como perfectamente falsario: sin decir una verdad ni a derechas ni a izquierdas. Hoy lo escucho distinto. Y pongo atención.

‘toda la mañana ahí metido. Menos mal que al final no se ha quedado ingresado..’

Le veo añadir entre dientes ‘el muy imbécil’, pero no, es una alucinación mía, quiero creer. Otro día lo hubiera dicho probablemente sin ningún complejo. Tan pancha. Se larga en dirección a la máquina de café. Sé, por tanto, que va a cargarse de energías, para seguir con más ganas.

Efectivamente, vuelve con el vasito de plástico ya en las últimas y acompañada por la becaria esa medio tonta. Hace buenas migas con ella. Claro, sabe que la domina como quiere, pero que conmigo pincha en hueso.

‘Ya destrozó mi coche hace dos años. Para una vez que lo cogió. Dí que esta, la culpa la tiene la cegata esa que le ha atropellado en el paso de cebra. Como para no verle, con lo gordo que está ..’

La becaria duda en reírse. Le asoma al rostro la intención. Para ser derrotada. Una no se ríe de los muertos ni de los heridos. Al menos, a la cara.

‘Pues suerte ha tenido que sólo está con antiinflamatorios y el collarín. Que un toque de un autobús tiene que ser como si te pega un elefante. Los críos del colegio que llevaba la elementa esa creo que estaban horrorizados, los pobres …’

Se me ocurre que no. Que los críos no estaban aterrorizados. Más bien curiosos ante la posibilidad de ver un tio reventado por la máquina que los lleva al cole. Un aparato sumiso y aburrido, pero también con mucho poder. Los críos no son como creemos que son. Lo que pasa es que se nos ha olvidado cómo éramos.

‘Bueno, me voy a poner a faenar, que con todo éste lío …’



Eso, ponte ya a currar. Vaga. Que se note que eres la jefa.


30 de Noviembre de 2010

lunes, 29 de noviembre de 2010

Policía del Pensamiento




“Me lo imagino..”

Patricia asiente despacio. Lleva ya un buen rato, sube que te sube la cabeza, y baja que te baja. Mirando por encima de sus gafas de presbicia para poder verle la cara. Y, sobre todo, ver en que momento deja de hablar. Hasta ahora sólo ha podido meter el ‘me lo imagino’, como una cuña entre sus parrafadas, y poquito más.

Es parte del trabajo. Lo que antes se decía, gajes del oficio. Cuantas veces se lo había oído decir a su padre, cuantas. Hasta que le cogió manía a la coletilla de las narices. Y la tipa ésta que no para. Pero es fundamental darles carrete.

‘ porque lo que hay es mucho sinvergüenza en el mundo, muchísimo..’

Este es el punto bueno, mateo. El punto de la identificación contigo. Ya estamos en el mismo barco, o casi.

Patricia añade unos ‘qué me vas a contar a mí’, al de poco, un ‘si yo te contara’, al tiempo que mueve su exceso de kilos con majestuosidad mientras saca los documentos del maletín.

Cinco minutos más tarde todos los papeles están firmados. Patricia remata la faena poniendo una cara casi de hastío. Una sonrisa a estas alturas puede tirarlo todo por los suelos. Eso lo sabe muy bien, son muchos años de oficio.

Si es que a estafar se le puede llamar oficio.


29 de Noviembre de 2010

domingo, 28 de noviembre de 2010

VIDAS SILENCIOSAS



Hace semanas que el teléfono no suena. Para lo que hay que escuchar, decía
El televisor está desintonizado. Para lo que hay que mirar
El buzón está vacío. Pero mejor así que lleno de publicidad
La gente no te mira al pasar. Así no me dan miedo

En el trabajo no me mandan tareas. Lo cual es muy descansado
En el bus no me piden el pase. Y esto ya es muy raro.

¿A ver si va a ser que estoy muerto?


28 de Noviembre de 2010

lunes, 22 de noviembre de 2010

ALMAS




Caen los pájaros sobre la cubierta geodésica. Estaba advertido por varios grupos conservacionistas. Que en determinadas condiciones de luz y meteorológicas, las aves se iban a hostiar contra el revestimiento de la cúpula. Pegaron unas pegatinas con forma de rapaces en los cristales más altos. Pero todo en vano. Se seguían estrellando.

“¿No te parecen unos imbéciles, eh?”

Apolonia me lanza la pregunta. Que no es una pregunta, porque sólo espera una afirmación, más o menos ruda, pero afirmación de todas maneras. Ante mi silencio, me dice que vayamos a tomar algo a la cafetería. Que luego iremos a jugar a las pataletas. Su angelical cara se tuerce en un gesto que quiere ser cómplice.

Lo consigue.

Nos vamos a un irlandés del centro comercial adosado a la cúpula. Siempre hay uno, cerca de los burgers. Supongo que para atraer a la gente que no tiene estómago o vergüenza para meterse en uno de esos a tomar una hamburguesa de sabe-dios-qué cosa. Los pseudoirlandeses no les van a la zaga. Tampoco, pero coincido con Apolonia en que la pinta antigua de estos locales no te hace enloquecer, porque primero te provoca hastío. Lo que es buena cosa cuando quieres largarte a hacer otra cosa. Amo a los irlandeses.

Pido 5 chupitos de licor de melocotón y una lager para Apolonia. Los vecinos de mesa hacen como que no miran cuando me meto los cinco uno tras otro brindando con Apolonia cada vez. Seguramente no saben que no tienen alcohol, pero por si acaso, Apolonia, entre brindis y brindis no deja de sermonearme. Que si no me va a dejar conducir esta noche. Que si me recuerda que la resaca me provoca halitosis, y remata asegurando que el vómito quema las prendas de cuero. Sus palabras son amortiguadas por el soft rock que sale de los altavoces, pero la comunicación no se reduce a las palabras y la actitud y los gestos de Apolonia son inconfundibles. Hasta finge con maestría el brindis haciéndolo parecer obligado, forzado. Desde luego aquí es donde se notan las clases de interpretación que toma en el Liceo. No me cuesta nada seguirle la corriente.

Tras los tragos viene la actuación. Apolonia se queda dormida mientras yo intento despertarla de todas las maneras posibles. Aplausos al lado de su oído, besos, pellizcos en los antebrazos. Me levanto y hago ademán de largarme. De todo. Pero es inútil. Apolonia hace su papel a la perfección: está dormida, más allá de la fase REM. He de dar con el truco que la despierte y no doy con él hasta que pasan diez minutos. La solución era simple. Hacer sonar la alarma del móvil para que parezca un despertador. Apolonia se despereza preguntando qué hora es.

Después nos vamos a jugar a pataletas. Que es la parte divertida, claro.


22 de Noviembre de 2010-11-22

sábado, 20 de noviembre de 2010

Recital para Voces Varias



Me mira de reojo. Pero la pregunta es seria. Impropia de una niña de ocho años, si. Para el que no la conozca, claro.

“Pues… algunas de ellas si lo están, otras no.”

He contestado la verdad. Pura y simple. La niña, Clara, me mira con cara inexpresiva. La mía intenta ser de lo más normal. Todo lo normal que puede estar después de que te pregunten si tienes amigas, aunque no estás casado. Y que acto seguido, ante tu respuesta afirmativa, te digan que si esas amigas están casadas o no.

Temo que me pregunte que como es eso de tener amigas casadas, o para qué, y me preparo para soltarle una colleja. De las amables, eso sí, que la cría no tiene mala intención. Supongo.

Otra niña la llama para jugar a no sé que con una videoconsola, y Clara parte como el rayo, completamente ajena al serio asunto que me acaba de plantear. Asunto que cascabelea en mi cabeza durante unos minutejos, pero que no olvidaré fácilmente.

Años después lo recuerdo con toda precisión, mientras leo la invitación a la boda de Clara y que viene a mi nombre. Únicamente. Me pregunto que dirá si le recuerdo la pregunta que me hizo. Y si se considerará de ahora en adelante, amiga mía.

20 de Noviembre de 2010

Esencial



Las estanterías están llenas. No sólo libros. Hay coches en miniatura. Modelos de trenes. Modelos de aviones y barcos. Muchísimas fotos enmarcadas de todo tipo de retratos y paisajes. En las esquinas hay estatuillas. Una de ellas es una reproducción de la que salía en La Oreja Rota, el cómic de Tintín. Al reconocerla me tranquilizo. Al menos sé que podré hablar de Tintín.

Entra empujado en una silla de ruedas por un chico sudamericano. Una vez le vimos por la acera desde el coche, yendo sólo en una silla motorizada. Joana me lo señaló según pasábamos, con cierto tono de disgusto, al tiempo que me dijo que no me parase. Supongo que tiene la otra silla cargando la batería.

Quiero decirle rápidamente que yo lo que quiero es ser un niño. Que su hija es media vida y cuarto de la mía. Que odio casi todo lo que tiene en esta habitación. Menos una cosa.

Cojo la reproducción de la estatuilla. Le digo ¿Puedo?. Ante su gesto de aprobación, la cojo entre mis manos como un bebé.

Y sin decir nada más, salgo por la puerta y me voy con ella. Hasta nunca.

20 de Noviembre de 2010

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Desastre en el Volcán de Puré de Patatas



La cola avanza lentamente. Sin embargo el reloj de la pared me dice que no llevo más de diez minutos dentro de la sala. Me parecen siglos. Aunque, para ser francos, hemos avanzado mucho, más o menos la mitad de la cola. La mayoría de la gente, son unos puretas. Jubilatas. Se supone que son los que tienen tiempo para estas vainas, claro. Tres personas por delante, hay una tía de lo más interesante. Con ese punto de belleza poco habitual, pero no explosiva. Me he fijado en ella porque se gira a menudo, aunque no da la impresión de tener una prisa especial, y porque no hay muchas cosas mejores que hacer. Me he dejado mis auriculares en casa y el local es de lo más aséptico. Total, que no puedo quitarle la vista de encima. Morena. Pelo con una cola de caballo pequeña. Cruza palabras con el abuelo de detrás. De forma yo diría que amable, pese a que no les oigo.

La fila pega un tirón y avanza casi de golpe unos cuantos metros. Al detenerse, ella se gira y me mira a los ojos. Durante varios segundos. Me parece verla iniciar una ligera sonrisa, a la vez que se gira hacia el mostrador de nuevo. Ahora hay tres funcionarios atendiendo y la fila se deshace como un azucarillo en un café. Veo como ella paga su multa y se marcha con cara de alivio. Yo, sin embargo me vuelvo a la realidad: todavía tengo que pagar mi multa.

Diez minutos después me meto en la parada del Metro. Bajo al andén que me toca. Y la veo. Apoyada en el panel de información con la cabeza baja. La levanta justo a mi paso y me sonríe al tiempo que me saluda con un alegre “hola, Rober”.

Tengo que decirle que se equivoca, que no soy Rober, que me ha confundido. Entonces, ella dirá “oh, perdona”, y volverá a bajar la cabeza, con cierta vergüenza. O, puedo decirle que no soy Rober, pero que de todas maneras, me suenas de algo. Seguir la conversación como sea. ¿Dónde vas? Te he visto antes, ¿te han quitado puntos? . O cualquier otra memez que la retenga aunque sea sólo unos segundos inútiles.

Pero el memo soy yo. Le digo que se ha equivocado y sigo andén abajo. Mientras espero, me lamento de haber sido tan cortado con la cabeza baja y enfocando las baldosas. Veo unas botas de mujer acercarse por las baldosas. Levanto la mirada y la veo sosteniendo un papel. El recibo del pago de la multa que se me ha caído. Ella me lo entrega con una risilla en los ojos y …

- ¡¡ caballero, puede avanzar, le toca a usted!!

El funcionario me mira inquisitivo. Avanzo, saco la multa del bolsillo y también la cartera. Para pagarla, claro.


17 de Noviembre de 2010

Hueco




Piensas que no eres nadie. La realidad te lo corrobora. Pero sigues vivo. Te ves en los espejos, luego no eres un vampiro. Nada fantasmal. Te pinchas y sale una gotita de sangre. A veces quieres exprimir tu cabeza para que salga algo fantástico. Y sólo obtienes esto.

Quieres que se oiga tu voz, pero luego te da vergüenza. Y sientes un cosquilleo, no sabes decir muy bien dónde, pero ahí está. Dando vueltas y vueltas, tan difícil de definir que luego lo olvidas. Como si no hubiera existido.

Y luego está tu mirada, que imaginas que atraviesa a cualquiera. Y tan dura que deshace voluntades, congela movimientos. O sólo lo pretende, en un vano intento.

Los ojos de los demás apenas te ven. Llega la noche y después los sueños.

Y después la nada.

17 de Noviembre de 2010

lunes, 15 de noviembre de 2010

Combate Final



Le toca a Luis ahora. El resto del grupo le mira con inquietud. La mayoría debe de estar pensando que la va a pifiar. A ver que se le ocurre.

“DEFINICION DE DELITO


FALTA: es lo que te dice tu novia...

DELITO: es por lo que detienen a su padre... “

Luis se lo ha hecho bien. Lo ha contado despacito y la gente se parte de risa. Sobre todo porque ha dirigido la mirada a Loles, y todos sabemos que su padre es una bestia de mucho cuidado.

Ahora es el turno de Mireia, la dulce Mireia. A ver que burrada suelta.

“Un hombre se sienta en un tren frente a una voluptuosa rubia que lleva una pequeñísima minifalda puesta.

Aunque quisiera, no era capaz de retirar su mirada de los muslos de ella.

Como era de esperar, se da cuenta de que va sin ropa interior. La rubia se da cuenta de que el hombre la esta mirando hacia ahí y le dice:

-"Perdona, ¿me estas mirando la vagina?"

-"Si, disculpa - responde el hombre - , tras quitar su mirada.

-"Esta bien - responde la mujer -, es muy talentosa, mira esto, voy a hacer que mi vagina te tire un beso."

Increíblemente, la vagina le manda un beso al hombre y el, totalmente asombrado, pregunta que otra cosa sabe hacer. -"Puedo también hacer que te guiñe un ojo", dice la mujer. El hombre mira asombrado como la vagina le hace un guiño.

-"Ven y siéntate al lado mío", sugiere la excitada mujer. El hombre se sienta a su lado y ella le pregunta: -"¿Quieres meter un par de dedos ahí?"

Paralizado del asombro, el hombre responde:

-"¡¡¡¡¡NO ME JODAS QUE TAMBIEN SILBA!!!"

Bueeeno, Mireia se ha contenido. Otras veces es tan basta que da no sé que mirar esa carita de porcelana mientras suelta barbaridades tan pancha. El misterio del alma humana, y mira que nadie hace chistes sobre ello.

Ahora es Damian el que solicita la palabra. Apenas ha empezado a decir algo sobre un avión cuando entra en el reservado del hotel un camarero con el teléfono en la mano y se lo pasa a un sorprendido Damian que lo atiende con gesto torcido. Quince segundos más tarde, tira el teléfono por los aires y salta encima de la silla con los brazos en alto gritando como en una peli de indios.

“Me ha tocado la Lotería, me lo acaba de decir Vicent “

Todos los demás gritan y se ríen como hienas.

Éxito total. Todos KO.

15 de Noviembre de 2010

Fluido



El vagón se tambalea de un lado a otro con moderada violencia. Debe de ser lo habitual, porque los pasajeros sentados en las baqueteadas banquetas, ni se inmutan. Y tienen el aspecto de coger esta línea a menudo. He visto a varios dejar paquetes envueltos en papel de periódico en los portaequipajes superiores. Pienso que son bocadillos de buen tamaño. Una hora, o poco más después, lo confirmo: son de tortilla de patatas. Sus propietarios los ofrecen antes de darle el primer mordisco, lo que nadie acepta. Todo según la costumbre. Como debe de ser.

Ojeo una de las páginas grasientas, la Hoja del Lunes, 4 de abril de 1942. Son de hace una semana. No me sirven. Miro por la ventanilla a través del cristal amarillento, pero hace ya mucho rato que el paisaje es la misma planicie pelada e insulsa. Se me ocurre preguntarle al paisano de enfrente de mí por la próxima parada. Por toda respuesta recibo una discusión entre él y dos parroquianos más acerca del nombre del pueblo, que al parecer, dista de ser el mismo del de la estación. La discusión se acalora y suben de tono las voces, hasta que en un hueco puedo meter baza y manifestar que no importa, que no es ese mi destino, sino que yo voy hasta el final de la línea. Los ánimos se calman, poco a poco, aunque quedan algunos rescoldos, en forma de refunfuños.

Saco el libro del bolso. Y de entre sus páginas una carta. El sobre está abierto y dentro una cuartilla varias veces doblada. Y desdoblada. El movimiento del tren hace muy difícil la lectura, pero no me hace falta leerla, porque me la sé casi de memoria. Tener el papel en las manos me hace recordar hasta el último pasaje. Supongo que es una forma de ponerme en situación según el tren se acerca a destino.

No tengo nada de hambre pese a las horas que llevo en esta batidora gigante, pero se me ha levantado un buen dolor de cabeza. Creía que no llevaba aspirinas en el bolso, pero he tenido suerte y he encontrado una. Uno de los viajeros se da cuenta de que voy a tragarla y me ofrece su bota de vino para que la trasiegue. Rechazo la oferta argumentando que no es bueno mezclarla con alcohol. Ni idea de si es verdad, pero el paleto no insiste más.

Llegamos a la última parada. La mía. Me ayudan a bajar los escalones del vagón. Pregunto a otra señora de mi edad la dirección a la que voy. Tengo que repetírsela un par de veces antes de que la entienda. Pone una cara rara. Bueno, muy rara. Como si nunca esperase que le preguntasen por el Instituto Anatómico Forense. Se me ha caído una flor del ramo, ya un poco ajado, que llevo. La coloco de nuevo en su sitio. Busco la salida de la estación.

Y me voy.

15 de Noviembre de 2010

domingo, 14 de noviembre de 2010

Imposible es Nada




“¿ y qué va a pasar ahora?”

Mis hombros hablan por mí, encogiéndose para decir un ‘yo que sé’ en un rápido gesto.

Pero, en realidad, ella no me ha preguntado nada. Sólo estoy imaginando que me gustaría que lo hiciera, para poder encoger los hombros. Y así cerrar todo el asunto. En su lugar, me mira en silencio, sin sonreír. Cuento despacio hasta cuatro. Al llegar a cuatro, cambia de mirada y yo desaparezco.

Anoto todos los detalles en mi mente porque me parece que son importantes. Más que el resultado. Más que el principio o el final. Más que yo sé qué. Pero no es así.


La noche discurre tranquila, casi cálida. Con un viento que todo lo mueve.

14 de Noviembre de 2010

viernes, 12 de noviembre de 2010

Tormenta en el Apocalipsis


“Este medio es una mierda. La cagas a la mínima. Y a veces no te entiende ni dios. Lo cual resulta conveniente, otras muchas veces.”

Carlos me señala la pantalla. Tiene abierta una ventana con su correo. El ojo izquierdo se me va a ella, porque me parece leer el nombre de mi mujer en la bandeja de entrada. Supongo que Carlos no tiene huevos para tenerlo ahí a la vista conmigo delante, pero un despiste lo puede tener cualquiera.
Vuelvo a mirar lo que me indica Carlos. Sólo ha durado medio segundo mi vistazo, y dudo que se haya dado cuenta.

Leo el comentario que hace en un foro, y lo que le responden. Él me explica como si fuera una voz en off, lo que quería decir. Paso de preguntarle por qué no lo puso a la primera si lo tiene tan claro. La respuesta que acabo de leer es un desvarío, y tengo que darle la razón. Todo esto me da bastante igual, pero sigo pensando que por qué coño tiene Carlos e-mails de mi mujer. Claro que no estoy seguro al ciento por cierto, y por otro lado, la situación actual, con un Carlos exultante, no parece la más propicia para preguntárselo.

Suena el timbre. Creo que es el del portero automático. Carlos se levanta asegurando que como sean los de de la propaganda, otra vez, comete un crimen. “O dos”, le oigo decir con su vozarrón al tiempo que dobla la esquina del pasillo y entra en la cocina.

Mi mano se abalanza sobre el ratón y maximizo la ventana del correo. Mis ojos vuelan sobre la lista de la bandeja de entrada. Mis retinas se clavan sobre el nombre de Raquel. Mi índice clickea furioso uno cualquiera de los emails, sin tiempo para elegir con cuidado. Lo leo una vez a toda velocidad. Lo vuelvo a leer más despacio. Y una tercera, casi mareado. Me echo hacia atrás con la mirada completamente bloqueada en la pantalla. Ni he oído acercarse a Carlos.

Sin volverme noto como permanece clavado justo detrás de mí.


12 de Noviembre de 2010

martes, 9 de noviembre de 2010

Sangre y Sol



Tengo los zapatos hundidos de agua. No ahora, sino hace decenas de años, cuando iba al colegio y no dejaba de llover en semanas enteras. Y la lluvia me mojaba más porque era menos alto. Suena a una enorme tontería, pero era lo que decía uno de mis compis de clase. Que al estar más pegados al suelo, la lluvia te empapaba de lo lindo. Visto desde la actualidad, no sé cómo podía llegar a creérmelo. Yo, y los demás.

Unos cuantos años más tarde, Tommy nos contaba que los muertos daban catorce vueltas en derredor antes de partir hacia el paraíso. Estábamos en el antiguo Congo, y lo cierto era que había tantos muertos por todas partes que no te costaba demasiado imaginarlos girando como peonzas, con los ojos muy abiertos antes de desaparecer. Porque era lo que querías, que desaparecieran de tu vista aquellos negros despedazados a machetazos, y pudieras dormir tranquilo por lo menos una noche seguida al menos.

Hace unos cinco años y estoy viendo como Alberto se ata un pañuelo azul al cuello que siempre lleva en el bolsillo de la cazadora. Sólo se lo pone si el herido que llevamos en la ambulancia y que él conduce está muy mal. Él cree que si se la pone llegará vivo al hospital. Después de haberle visto hacerlo docenas de veces, le pregunté el por qué. Me aseguro que desde que se lo ponía no se le había muerto nadie en el camino. Me lo dijo en voz muy baja y mirando al infinito, o casi.

Seis meses atrás busco un comercio en un barrio que desconozco en medio de una llovizna gris. Cerca de un colegio veo una tienda de chucherías y entro para preguntar por la tienda que busco. El local está lleno de chavalería. Mientras espero que el dependiente se libre, oigo a un par de críos a mí alrededor.El más alto le está diciendo al otro muy seriamente, que él se moja menos en mitad de la lluvia, pues está más separado del suelo.

Me vuelvo hacia ellos, y le digo al más bajo, que, indudablemente, es cierto.


9 de Noviembre de 2010

lunes, 8 de noviembre de 2010

Extraño




Escucho su voz en el auricular del teléfono. Me dice que está bien, pero apenas escucho sus palabras. Oigo su voz. Intento descifrar si es más fuerte, si vacila, si aparenta ser más fría o más cálida, que la última vez. Pero ha pasado tanto tiempo que ya no puedo compararla. Aún así, sigo concentrado en el sonido que oigo. Mis pensamientos se detienen, o al menos, van casi a cámara lenta.

Me pregunta que cómo me va. Qué que tal y todo eso. Me tomo un par de segundos antes de contestar una vaguedad, que ella oirá como una vaguedad, pero le parecerá bien lo que diga. Y, efectivamente, es así, le parece bien, muy bien. Y ahora viene el momento de decir una cosa más y pasar a la despedida. Es un guión casi preestablecido. Como los que tantas veces he escrito y que son una estructura clásica. Cualquier otra cosa sería inaceptable. Como que empezara a hablar de lo que hice la pasada noche, o el finde pasado. O de alguna nueva afición nueva, de tenerla claro.

No procede nada de eso. Has de ser cordial y no decirle nada que pudiera ser tomado no ya como un insulto, sino ni siquiera como una leve crítica. Contar algo neutral, como algún chisme referido a conocidos comunes. Un chisme trivial, que no dé lugar a largas explicaciones de cómo y de por qué, ni de cuando, ni si te acuerdas de. El objetivo es matar la conversación antes de que se haga adulta, espesa y enredadora.

Porque noto un ligero temblor en tus respuestas. Como si estuvieras dando una calada a un cigarrillo. Y es posible que sea sólo por eso. O por qué te has equivocado al marcar el número. Y la última persona con la que quieres hablar, es, precisamente, conmigo.


8 de Noviembre de 2010

domingo, 7 de noviembre de 2010

bEst sEller ( y 6)




Los chicos se fueron bastante pronto. Utilicé todo el tiempo de la cena para convencer a Francisca de que me acompañara. En realidad, no se negaba. No decía nada, ni si ni no. Seguí insistiendo hasta la medianoche, cuando Francisca empezó a poner pegas. Que si la carretera del Parque Natural tenía demasiadas curvas, que si se marearía. Pero yo sabía que esa respuesta era lo mismo que ver a un pez dar bocanadas fuera del agua. Cosa hecha.

Efectivamente, por la mañana, nada más levantarse, preguntó a qué hora íbamos a salir. Salimos poco antes de las diez, antes de que subiese mucho la temperatura. Francisca tenía, otra vez, razón: había muchas curvas, pero el camino se me hizo muy corto. Llegamos a Vilafamés antes de darme casi cuenta. Paramos en el arcén y consultamos un papel que había dibujado Francisca, copiando a ojo el mapa del Google Maps. Francisca dibujaba muy bien y enseguida nos aclaramos. Faltaba poca cosa, menos de un kilómetro.

Cogimos la pista forestal marcada en el dibujo. No se veía nada. Se me vino a la cabeza que no sabía que era lo que tenía que ver. Ni el anuncio ni la carta anticipaban nada en concreto. Francisca parecía aburrida. Paramos en el punto aproximado, más o menos. Había un pequeño claro al lado del camino. Un claro no muy grande entre los pinos. El silencio era casi absoluto. En el momento en que estoy abriendo la puerta noto que Francisca me da un toque en el hombro y me señala un punto en el borde del bosque. Se veía a un tipo sentado en una silla de playa. Parecía estar sentado tranquilamente, esperando. Francisca me dijo que fuéramos donde él, a ver que era todo aquello.

Nos acercamos lentamente. El tipo llevaba una gorra de béisbol, gafas de sol y ropa oscura. Y sonreía. Esto me sorprendió, pero pensé que quizás me conocía y era todo una especie de broma. Se lo pregunté directamente, que si me conocía. Negó con la cabeza. Pero añadió, “a la que conozco es a Francisca”.

Lo dijo mientras sacaba un revólver de la parte trasera de la silla. Me apuntó calmosamente.

Y disparó.

7 de Noviembre de 2010

sábado, 6 de noviembre de 2010

bEst sEller (5)




Ramón llegó más tarde de lo que esperábamos. Francisca comentó que seguro que había parado a darse el lote con la Vanessa ésa. Le contesté que me parecía una tontería, pero un minuto más tarde ya no me lo parecía tanto. En cualquier caso hacía un calorazo de miedo, lo que a mí en particular me quitaba el apetito casi por completo. Me animé a buscar el teléfono de casa de Aníbal, que ese no me lo sabía de memoria. Suponía que no le importaría que le llamase a estas horas y lo comenté en voz baja. Francisca me oyó perfectamente, y dijo que igual estaba haciendo ‘cositas’ como nuestro hijo Ramón. Esta vez la ignoré por completo y marqué el número.

Aníbal me contestó bastante alegremente. Entre sorprendido y receloso, de todas maneras. Le conté muy resumidamente el asunto de la carta y del anuncio. Después de añadir lo del punto del mapa, me preguntó que qué había ahí. Le dije que no lo sabía, que en Internet se veía que era una pista de tierra. Él respondió “ pues chico , sin saber que coño hay en ese sitio , que quieres que te diga..”. Tenía razón. Le dije que ya le llamaría.

Ramón y Vane llegaron unos minutos más tarde. Efectivamente, Vane era como había pronosticado Francisca, de esas que apenas se molestan en disimular, ni ante los padres de su chico. Francisca me dirigía sonrisas cargadas de ironía cada vez que ellos no podían verla. Pero mi cabeza seguía enfrascada con el asunto de la carta y, sobre todo, del anuncio. ¿ Cómo suponía el remitente que iba a encontrar el anuncio en el periódico?. Y, claro, si lo hacía, cómo lo he hecho, la instrucción es clara: ir a ese sitio de Vilafamés. Y la ambigüedad del poema …suéñame y tal .. podía ser cualquier cosa.. o no.

Y ese “podía” me atraía como un enorme faro en medio de una noche de lobos. Lo mismito.

No le dije nada a Ramón y su chica. Al fin y al cabo, se iban al anochecer a un concierto en no sé que discoteca de Valencia. Vane dijo que actuaba ‘diyi-no-sé-cuantos’. Decididamente, era una mema.

6 de Noviembre de 2010

viernes, 5 de noviembre de 2010

bEst sEller (4)




Estuvimos un buen rato Francisca y yo mirando el anuncio como un par de idiotas, hasta que Francisca pegó un bote y corrió a la cocina. Al salón llegaba un olor sospechoso. Cogí el periódico y me reuní con ella. Francisca decía que la fideua se había salvado por los pelos. Cotejé el anuncio con la cuartilla, aún pensando que habría alguna diferencia. No la había, excepto los números. Comenté que tal vez fuera un número de teléfono, o más de uno. Cogí el inalámbrico y empecé a pensar que secuencia marcar. Francisca dejó de trajinar con la paellera y me dijo que me esperase quitándome el teléfono de la mano, mientras salía de la cocina.

Volvió con el portátil. Lo puso en marcha y siguió con la comida. Me dijo que iba a preguntar a unos amigos que quería decir lo de los números. Yo estaba como un pasmarote, de pies y con el diario en las manos. Lo cierto es que no se me ocurría que otra cosa hacer, salvo comentarlo con Aníbal Suances. Lo malo es que Aníbal tenía bastante mal carácter, y no era cuestión de molestarle con insignificancias. Y esto lo era. Era algo muy raro, pero ahí se quedaba la cosa.

Francisca tecleó varias veces en el ordenador, mientras preparaba una tortilla de patatas. Con cebolla, ya que venía Ramón. Yo la detestaba. Tenía que quitar los pedacitos que podía localizar para no tragármelos. Por fin, Francisca dijo que le habían contestado que los números parecían coordenadas de GPS, Que había que ponerlas en el Google. Le pregunté a Francisca si sabía hacerlo. Por toda respuesta siguió tecleando, aunque a mí me pareció que con bastante menos soltura. Acabó de dar vuelta a la tortilla y me mostró un mapa en la pantalla con una señal roja marcando un punto. Un camino forestal cerca de Vilafamés.

El sitio no quedaba lejos de Benicassim, en línea recta. Como el parque natural del Desierto de Las Palmas quedaba justo en medio, pues había que dar un buen rodeo. Así y todo serían unos 30 o 40 kilómetros de camino. Se lo comenté a Francisca y me dijo que si quería ir. Volvió a repetir la pregunta, añadiendo ¿sólo?. Francisca tenía razón, pero en lugar de dársela de inmediato, le dije que iba a hablar con Aníbal. “¿el poli chorra?”, fue su respuesta, sin apenas levantar la cabeza ni dejar de decorar un bizcocho con nata montada.

5 de Noviembre de 2010

bEst sEller (3)


Como era de esperar, Francisca me preguntó que a qué venía la lírica. Le enseñé la cuartilla. La leyó en un relámpago. Luego me preguntó que de donde la había sacado. Le dí el sobre. Lo examinó rápidamente de nuevo, y comentó que no tenía franqueo. Cierto. Se me había pasado el detalle. Alguien lo había traído en persona. Quizá algún mensajero. Francisca se desentendió del asunto y empezó a escribir una lista de compra. A mí me gustaba bajar al mercado en el scooter que tenía permanentemente en el garaje. En su baúl trasero entraba bien una compra para dos personas, y te quitabas el problema del aparcamiento, que en verano era acuciante.

Hoy íbamos a ser cuatro a comer y todo lo que me encargó Francisca entró casi con calzador en el baúl. De vuelta a casa estuve a punto de no parar en el kiosko a comprar el periódico. Damián, el kioskero, me lo puso en una bolsita de plástico que colgué en el gancho, entre mis piernas. Volví a casa y llevé todo lo comprado a la cocina. Francisca estaba en el salón viendo el programa de la mañana de telecinco. No se levantó del sofá hasta que no llamó Ramón para decirnos que estaban saliendo de Sagunto en ese momento.

Yo me puse a preparar el salón para la comida. Normalmente, comíamos en la cocina, que tenía buen tamaño y una ventana con vistas, pero algo justa para poner una mesa para cuatro. Francisca me dijo que ya sabía cómo se llamaba la nueva novia de Ramón. Gritó desde la cocina, ‘¡¡ Vane..!! , añadiendo, ‘seguro que es una hortera’. Acabé de poner la mesa, con la mejor vajilla que teníamos en Montemolino y fuí a la cocina. Francisca estaba preparando un fideuá. Cogí el Levante y me volví al salón a leerlo. Como la tele seguía encendida, Francisca entraba y salía siguiendo el programa a trozos.
Una de las veces, en lugar de concentrarse en la pantalla del televisor, se me acercó y se puso a leer el diario por encima de mi hombro. Me irritaba que lo hiciera, pero no dije nada, puesto que a Francisca era totalmente inútil recordárselo. Lo hizo un par de veces, o tal vez tres. De repente, me sacudió el hombro al tiempo que me señalaba un anuncio por palabras. En el cuadradito se podía leer lo siguiente:

DUERME CONMIGO

PERO NO ME SUEÑES QUE

PUEDE SER REAL.

Y, más abajo, dos números decimales:

40.101223
-0.060686


5 de Noviembre de 2010

jueves, 4 de noviembre de 2010

bEst sEller (2)




Una taza humeante. La miro como un tonto. Francisca está todavía en la cama. Yo me levanto cada vez más temprano, pero no duermo menos, porque me voy a dormir pronto, mientras ella se queda viendo la tele o chateando en el ordenador con su hermana, o vete a saber con quién. Prefiero no saberlo. Ayer llamó Ramón y dijo que se iba a pasar hoy con su novia, que debe de ser de Valencia, o de por ahí cerca. Que llegará para comer. A un hijo se le da de comer siempre. Es como una costumbre que debe de venir de cuando éramos unos primates. Supongo.

Salgo a la puerta y recojo el buzón. Tengo la manía de mirarlo con un día de retraso. Otra más, según Francisca. Un día me dijo a ver si era porque pensaba que si había una carta-bomba con un mecanismo de relojería, explotaría en el buzón. Le dije que era una absurdez, pero por dentro me sorprendió el que hubiera llegado ella solita a esa conclusión. Pensé incluso, que lo habría comentado por Internet y alguien se lo habría sugerido. Lo dejé correr en ese punto.


El buzón es bastante grande. Lo tuve que cambiar desde que los buzoneadores de publicidad empezaron a subir a Montemolino y a atascarlo completamente con los folletos de los hipers. Hoy saqué tres mini-catálogos y uno grande del nuevo Ikea de Castellón. Además había una carta del Colegio de Forenses, una factura del fontanero y una carta normal con mi nombre, Jacinto Cabrales, bien escrito a mano. Sin remitente.

Entre en casa y tiré toda la publi a la basura menos el catálogo de Ikea. Me senté en la mesa de la cocina. Empecé a abrir las cartas al tiempo que entraba Francisca. Musitó un ‘ ..días’ y cogió el tocho de Ikea. Se sentó a la mesa hojeándolo con detenimiento. Como de costumbre, no desayunó. Yo abrí la última carta, la extraña. Hacía mucho que no recibía correo personal, aparte de las felicitaciones navideñas, cada año más escasas.

Dentro una cuartilla escrita a mano con rotulador, en mayúsculas. Lo leí una vez, para mí. Tras unos segundos de vacilación, lo volví a leer en voz alta:

DUERME CONMIGO

PERO NO ME SUEÑES QUE

PUEDE SER REAL.

4 de Noviembre de 2010

miércoles, 3 de noviembre de 2010

bEst sEller (1)




Un día como otro cualquiera. Es lo que Francisca suele decir cuando hace un día magnífico. Se lo disculpo porque la verdad es que los meses que pasamos en Benicassim, que normalmente son los de verano, ella está a disgusto. Prefiere estar en Getafe, cerca de su hermana Paqui, aunque nunca llega a plantearlo abiertamente.

Hace ya cuatro años que me retiré, y la verdad, es que me lo paso en grande aquí en Benicassim . Además, ésta casa de la Urbanización de Montemolino , es mucho mejor que la de Getafe. El sueldo de un forense, incluso el de un jefe de sección no daba para un chalet en la parte exclusiva de Montemolino, desde luego. Aquí las casas valen un pastón, pero tuve una buena oferta por la finca de mis padres en Morata de Tajuña, prácticamente al día siguiente de que murieran en un accidente de autobús en Málaga, en un viaje del Inserso. Los vecinos sabían que yo más bien odiaba la finca, y por extensión a Morata. Tanto es así que ni siquiera fui a por las cosas de mis padres. Me las enviaron a Getafe y las metí en el trastero. Nada más cobrar el dinero por la finca y las tierras, empecé a mirar propiedades inmobiliarias por el Levante. La mayoría eran demasiado caras, por supuesto.

Un día un agente inmobiliario me ofreció la casa de Montemolino por un precio razonable. Las fotos que me enseñó por Internet eran prometedoras, así que decidí acercarme a verla en persona. Francisca no me acompañó. Un viajecito de 4 horas en coche hasta Benicassim. La verdad es que el relativo aislamiento del lugar me encantó ya a primera vista. El sitio es precioso, con esas largas playas normalmente solitarias, ideales para dar un paseo sin que nadie te moleste.

Roberto Cantalapiedra , el agente inmobiliario me esperaba para llevarme a ver la casa en la urba de Montemolino. La verdad es que por mucho que la miré , y lo mucho que indagué en días sucesivos, no pude encontrar nada sospechoso, pese al precio de venta, que era relativamente bajo. Una semana después cerré el trato con Roberto. Pasé los fines de semana de los siguientes meses llevando cosas a Benicassim, en una especie de mudanza a plazos. Cada viaje que hacía me convencía de que la decisión de comprar la casa era lo mejor que podía haber hecho. Francisca me acompañó la segunda vez que fui, y las demás.

Objetivamente, a Francisca le era imposible sacar defectos a la transacción, al menos graves, y poco a poco empezó a colaborar en la mudanza y la decoración de la casa, labor que nos llevó alrededor de un año.


3 de Noviembre de 2010

martes, 2 de noviembre de 2010

SUCIO (4)



Menos mal que soy rápido y esquivo bien. La plancha que me ha lanzado Noe no ha salido tan bien parada. Ya no las hacen tan duras como antes, le he dicho a ella, lo que curiosamente la ha tranquilizado de inmediato. Es más, la ha cogido toda destartalada y me la ha entregado con suavidad mientras me decía que un manitas como yo la arregla en un pispas. No le he dicho que no.

Noe está muy rarita desde que nos vinimos a Navalmoral de la Mata. Ella sigue con sus traducciones y sus cositas, que a dios gracias, puede seguir haciendo desde casa. Yo se lo plantee muy clarito. Le dije que no veía diferencias entre vivir en Barcelona, por un decir, y Navalmoral. Que para ella iba a ser casi lo mismo. Ahora, para mí, pues no.

Además, te plantas en Talavera en menos de una hora. No es una gran ciudad, pero ahí tienes de todo, hasta hipers y una bolera. A Noe le gustaba lo de los bolos, y no digamos nada lo de echar una tarde de compras. Los primeros meses íbamos mucho. Ahora, cada vez menos.

Entro en el turno de tarde. Ha entrado un montón de trabajo con un pedido para Israel y vamos a estar un par de meses a turnos para sacarlo. Yo, la verdad es que prefiero trabajar todo seguido y listo, aunque los compis dicen que a la larga es mucho más cansado. Algo de razón ya tienen. Pero no es eso lo malo de este trabajo, precisamente.

No tengo apenas hambre, pero así y todo, me como un poco de ensalada y me preparo un bocata para eso de la media tarde. Me sobra tiempo, pero como hace bueno voy a ir en la bici y así le dejo el coche a Noe, por si quiere irse a algún sitio, que no me ha dicho nada, pero por si acaso.

El polígono está a un par de kilómetros del pueblo. Se llega en un momento. Es otra de las ventajas. Lo cierto es que te pasas el rato buscando los aspectos positivos. Y sacas todos los que puedes. En contra, pues tienes argumentos, los tienes.

Paso la garita del guardia jurado. Este ni me mira de lo visto que me tiene el careto. Además, para entrar en el pabellón tengo que poner el dedo índice en el lector biométrico y pasar bajo el letrero de FAEX. Suena como a electrodoméstico. A vulgar electrodoméstico.


Sin embargo, aquí hacemos bombas.


2 de Noviembre de 2010

SUCIO (3)



“Hay incontables maneras de sentirse mal. Muchas más que de sentirse bien. Si crees que no es así ya te darás cuenta.”

Cuando me lo dijeron lo escuché con desprecio. No me reí porque no le vi el chiste por ninguna parte. Y porque pensé en lo de que cuando una historia se cierra otra se abre. Y así me olvidaría de lo que me acababa de decir mi abuela. Mentira. No lo olvidé.


Miro la pantalla que tengo enfrente. Una de las muchas que están diseminadas por la sala de espera. Mi vuelo, milagrosamente, va a la hora. Quedan 40 minutos todavía. Apenas llevo equipaje. Lo gordo lo he mandado por la mensajería de la empresa. Cuarenta minutos son muchos cuando estás esperando una llamada. Cada poco miro la pantalla del móvil. A veces, te quedas un rato sin cobertura y puedes tener una llamada perdida. Me solía pasar subiendo en el ascensor de casa.

Me pica la tentación de llamar yo. Y apenas puedo contenerme. Después de todo, tengo una buena excusa. Llamo para despedirme porque estoy esperando aquí, sin otra cosa que hacer. No es mal planteamiento. Pero el nudo y desenlace ya están hechos. De qué si no estoy aquí, cambiando de país, quizá para siempre.

Veinte minutos. Echo un vistazo a mis compañeros de viaje. No son verdaderos compañeros, la verdad. Sólo gente que viaja a tu lado y que no se dignan a hacerte ni puñetero caso, porque no lo necesitan, las cosas como son. Unos cuantos están hablando por teléfono, con la mirada perdida. Es el empujoncito que necesitaba. Saco el teléfono y llamo. Suena el tono de llamada cinco veces y después se corta. Llamada rechazada.

Miro a la pantalla. Dieciocho minutos y absolutamente nada que hacer.

2 de Noviembre de 2010

SUCIO (2)




No acabas de entenderlo, Marisa, vas a piñón fijo, y eso al banco se la pela.

El café humea encima de la mesita. Sólo una taza. A mí no me entusiasma, pero Marisa lo necesita. Se lo metería en vena, si pudiera, creo yo. Esta mañana no lo ha tocado. Todavía.

Rubén no está en casa y supongo que es la razón por la que Marisa me ha llamado. A su hermanito abogado. No sé si se piensa que puedo hacer algo en plan mago y sacarle las castañas del fuego. Con un truco que nadie había pensado antes. Pues lo lleva claro. Supongo que ya lo tiene todo más que hablado con Rubén, pero eso a las tías parece que les da igual. Leí una vez en un Muy Interesante, que las mujeres se enfrentaban a los problemas hablando de ellos, más que buscando una solución. Solución que por otro lado, yo no veo.

Escucha, Marisa. La única posibilidad sería demostrar que es un contrato abusivo. Lo que firmaste es legal, claro. Otra cosa es plantear que es una especie de estafa desde el principio..

¿Y no puedes llevarles a juicio con lo que dices?


Niego con la cabeza. Sobre todo porque no es fácil explicarle a mi hermana por que no puedo hacer algo que parece justo desde un principio. Tendría que explicarle a qué tipo de gentuza les llevo, a veces, los asuntos. Y es todo legal, desde luego. Tengo que seguir hablando. Mitigar con palabras, ya que no con hechos.

Tendría que cambiar la ley para que tu piso no se valorara ahora por menos de lo que te valoró a ti el banco cuando te concedieron la hipoteca. Tendría que cambiar la ley ..

Marisa me mira un largo rato. A continuación se bebe el café de un trago, se levanta, y se va de la cocina. De lejos la oigo llorar.

2 de Noviembre de 2010

SUCIO (1)



Tuvimos que salir por patas. Fran tiene tocada una costilla. Rafa cojea que no veas. El Chino parece que está bien, pero he visto como le metían unas hostias de campeonato en la barriga. Yo tengo una oreja medio reventada, creo. Hemos tenido suerte.

Leo lo de arriba en un cuaderno que acabo de encontrar en el trastero. Una especie de diario. Digo especie, porque no va por días. Cuenta cosas sin poner fechas. A punto estuve de tirarlo. Ahora estoy sentado en el suelo leyendo. Con cierto asco.

El Chino se piró con la rubia. Nos caímos de culo todos. Hasta la Rosa decía que la estábamos engañando. Pero ésta es medio subnormal, los días que está con la berza, sobre todo. Rafa lo aclaraba a lo sencillo: el Chino le había hecho creer a la tipa que era un camello, y había colado. Menudo cabroncete. Ahora nos va a tener que pasar a todos, jeje…

Paso unas hojas y veo que alguien, con una letra que no es la mía, escribe sobre la Tere. Me lo salto rápidamente. No se me ocurre quien ha podido escribir eso, salvo la propia Tere. Claro que tuvo que ser antes de que la palmara. Claro.


Mi viejo está en el hospi. Le ha caído encima una tolva en el curro. No sé cómo no la ha diñado en el momento. Los medicuchos no dicen gran cosa. Por eso me parece que lo tiene mal. Que si no estarían más dicharacheros. Han venido a verlo unos del sindicato que no les conozco. Hablan conmigo como si fueran colegas de toda la vida. Y tampoco es eso. Me parece.

Me llama mi hija. Salgo del trastero con el cuaderno debajo del brazo.


2 de Noviembre de 2010
 
Free counter and web stats