miércoles, 3 de noviembre de 2010

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Un día como otro cualquiera. Es lo que Francisca suele decir cuando hace un día magnífico. Se lo disculpo porque la verdad es que los meses que pasamos en Benicassim, que normalmente son los de verano, ella está a disgusto. Prefiere estar en Getafe, cerca de su hermana Paqui, aunque nunca llega a plantearlo abiertamente.

Hace ya cuatro años que me retiré, y la verdad, es que me lo paso en grande aquí en Benicassim . Además, ésta casa de la Urbanización de Montemolino , es mucho mejor que la de Getafe. El sueldo de un forense, incluso el de un jefe de sección no daba para un chalet en la parte exclusiva de Montemolino, desde luego. Aquí las casas valen un pastón, pero tuve una buena oferta por la finca de mis padres en Morata de Tajuña, prácticamente al día siguiente de que murieran en un accidente de autobús en Málaga, en un viaje del Inserso. Los vecinos sabían que yo más bien odiaba la finca, y por extensión a Morata. Tanto es así que ni siquiera fui a por las cosas de mis padres. Me las enviaron a Getafe y las metí en el trastero. Nada más cobrar el dinero por la finca y las tierras, empecé a mirar propiedades inmobiliarias por el Levante. La mayoría eran demasiado caras, por supuesto.

Un día un agente inmobiliario me ofreció la casa de Montemolino por un precio razonable. Las fotos que me enseñó por Internet eran prometedoras, así que decidí acercarme a verla en persona. Francisca no me acompañó. Un viajecito de 4 horas en coche hasta Benicassim. La verdad es que el relativo aislamiento del lugar me encantó ya a primera vista. El sitio es precioso, con esas largas playas normalmente solitarias, ideales para dar un paseo sin que nadie te moleste.

Roberto Cantalapiedra , el agente inmobiliario me esperaba para llevarme a ver la casa en la urba de Montemolino. La verdad es que por mucho que la miré , y lo mucho que indagué en días sucesivos, no pude encontrar nada sospechoso, pese al precio de venta, que era relativamente bajo. Una semana después cerré el trato con Roberto. Pasé los fines de semana de los siguientes meses llevando cosas a Benicassim, en una especie de mudanza a plazos. Cada viaje que hacía me convencía de que la decisión de comprar la casa era lo mejor que podía haber hecho. Francisca me acompañó la segunda vez que fui, y las demás.

Objetivamente, a Francisca le era imposible sacar defectos a la transacción, al menos graves, y poco a poco empezó a colaborar en la mudanza y la decoración de la casa, labor que nos llevó alrededor de un año.


3 de Noviembre de 2010

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