sábado, 20 de noviembre de 2010

Esencial



Las estanterías están llenas. No sólo libros. Hay coches en miniatura. Modelos de trenes. Modelos de aviones y barcos. Muchísimas fotos enmarcadas de todo tipo de retratos y paisajes. En las esquinas hay estatuillas. Una de ellas es una reproducción de la que salía en La Oreja Rota, el cómic de Tintín. Al reconocerla me tranquilizo. Al menos sé que podré hablar de Tintín.

Entra empujado en una silla de ruedas por un chico sudamericano. Una vez le vimos por la acera desde el coche, yendo sólo en una silla motorizada. Joana me lo señaló según pasábamos, con cierto tono de disgusto, al tiempo que me dijo que no me parase. Supongo que tiene la otra silla cargando la batería.

Quiero decirle rápidamente que yo lo que quiero es ser un niño. Que su hija es media vida y cuarto de la mía. Que odio casi todo lo que tiene en esta habitación. Menos una cosa.

Cojo la reproducción de la estatuilla. Le digo ¿Puedo?. Ante su gesto de aprobación, la cojo entre mis manos como un bebé.

Y sin decir nada más, salgo por la puerta y me voy con ella. Hasta nunca.

20 de Noviembre de 2010

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