miércoles, 17 de noviembre de 2010

Desastre en el Volcán de Puré de Patatas



La cola avanza lentamente. Sin embargo el reloj de la pared me dice que no llevo más de diez minutos dentro de la sala. Me parecen siglos. Aunque, para ser francos, hemos avanzado mucho, más o menos la mitad de la cola. La mayoría de la gente, son unos puretas. Jubilatas. Se supone que son los que tienen tiempo para estas vainas, claro. Tres personas por delante, hay una tía de lo más interesante. Con ese punto de belleza poco habitual, pero no explosiva. Me he fijado en ella porque se gira a menudo, aunque no da la impresión de tener una prisa especial, y porque no hay muchas cosas mejores que hacer. Me he dejado mis auriculares en casa y el local es de lo más aséptico. Total, que no puedo quitarle la vista de encima. Morena. Pelo con una cola de caballo pequeña. Cruza palabras con el abuelo de detrás. De forma yo diría que amable, pese a que no les oigo.

La fila pega un tirón y avanza casi de golpe unos cuantos metros. Al detenerse, ella se gira y me mira a los ojos. Durante varios segundos. Me parece verla iniciar una ligera sonrisa, a la vez que se gira hacia el mostrador de nuevo. Ahora hay tres funcionarios atendiendo y la fila se deshace como un azucarillo en un café. Veo como ella paga su multa y se marcha con cara de alivio. Yo, sin embargo me vuelvo a la realidad: todavía tengo que pagar mi multa.

Diez minutos después me meto en la parada del Metro. Bajo al andén que me toca. Y la veo. Apoyada en el panel de información con la cabeza baja. La levanta justo a mi paso y me sonríe al tiempo que me saluda con un alegre “hola, Rober”.

Tengo que decirle que se equivoca, que no soy Rober, que me ha confundido. Entonces, ella dirá “oh, perdona”, y volverá a bajar la cabeza, con cierta vergüenza. O, puedo decirle que no soy Rober, pero que de todas maneras, me suenas de algo. Seguir la conversación como sea. ¿Dónde vas? Te he visto antes, ¿te han quitado puntos? . O cualquier otra memez que la retenga aunque sea sólo unos segundos inútiles.

Pero el memo soy yo. Le digo que se ha equivocado y sigo andén abajo. Mientras espero, me lamento de haber sido tan cortado con la cabeza baja y enfocando las baldosas. Veo unas botas de mujer acercarse por las baldosas. Levanto la mirada y la veo sosteniendo un papel. El recibo del pago de la multa que se me ha caído. Ella me lo entrega con una risilla en los ojos y …

- ¡¡ caballero, puede avanzar, le toca a usted!!

El funcionario me mira inquisitivo. Avanzo, saco la multa del bolsillo y también la cartera. Para pagarla, claro.


17 de Noviembre de 2010

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