viernes, 5 de noviembre de 2010

bEst sEller (4)




Estuvimos un buen rato Francisca y yo mirando el anuncio como un par de idiotas, hasta que Francisca pegó un bote y corrió a la cocina. Al salón llegaba un olor sospechoso. Cogí el periódico y me reuní con ella. Francisca decía que la fideua se había salvado por los pelos. Cotejé el anuncio con la cuartilla, aún pensando que habría alguna diferencia. No la había, excepto los números. Comenté que tal vez fuera un número de teléfono, o más de uno. Cogí el inalámbrico y empecé a pensar que secuencia marcar. Francisca dejó de trajinar con la paellera y me dijo que me esperase quitándome el teléfono de la mano, mientras salía de la cocina.

Volvió con el portátil. Lo puso en marcha y siguió con la comida. Me dijo que iba a preguntar a unos amigos que quería decir lo de los números. Yo estaba como un pasmarote, de pies y con el diario en las manos. Lo cierto es que no se me ocurría que otra cosa hacer, salvo comentarlo con Aníbal Suances. Lo malo es que Aníbal tenía bastante mal carácter, y no era cuestión de molestarle con insignificancias. Y esto lo era. Era algo muy raro, pero ahí se quedaba la cosa.

Francisca tecleó varias veces en el ordenador, mientras preparaba una tortilla de patatas. Con cebolla, ya que venía Ramón. Yo la detestaba. Tenía que quitar los pedacitos que podía localizar para no tragármelos. Por fin, Francisca dijo que le habían contestado que los números parecían coordenadas de GPS, Que había que ponerlas en el Google. Le pregunté a Francisca si sabía hacerlo. Por toda respuesta siguió tecleando, aunque a mí me pareció que con bastante menos soltura. Acabó de dar vuelta a la tortilla y me mostró un mapa en la pantalla con una señal roja marcando un punto. Un camino forestal cerca de Vilafamés.

El sitio no quedaba lejos de Benicassim, en línea recta. Como el parque natural del Desierto de Las Palmas quedaba justo en medio, pues había que dar un buen rodeo. Así y todo serían unos 30 o 40 kilómetros de camino. Se lo comenté a Francisca y me dijo que si quería ir. Volvió a repetir la pregunta, añadiendo ¿sólo?. Francisca tenía razón, pero en lugar de dársela de inmediato, le dije que iba a hablar con Aníbal. “¿el poli chorra?”, fue su respuesta, sin apenas levantar la cabeza ni dejar de decorar un bizcocho con nata montada.

5 de Noviembre de 2010

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