domingo, 31 de octubre de 2010

Instinto



Fue en una conferencia de Steve Jobs. Si quieres que te diga la verdad, un papanatas. Tiene idiotizado a todo el mundo. A mí me recuerda a los charlatanes que veía en el pueblo, de pequeño. O, también a un ilusionista, pero de los malos. De los que aunque no lo veas claramente, ya te imaginas por donde va el truco casi desde el principio.

Pues allá estaba ella, que la acababan de echar del Partido Popular, de Prensa, claro. Me había fijado antes de entrar a la sala de conferencias. Se había quedado de los últimos en la entrada. Y yo también. ¿Quieres ventanilla? Podemos elegir.

Teclea un rato en el ordenador sin esperar mi respuesta. A ver si lo adivino. Va a encargar un asiento de ventanilla y si yo no lo quiero, se lo quedará él. Es su espíritu práctico. ¿Para qué va a esperar mi respuesta, si estrictamente no le hace falta?

Miro por el enorme ventanal que da al mar. Mateo seguramente pensará que soy un memo. Pues si uno quiere ver el mar, sales afuera y lo ves y lo hueles mucho mejor. Pero Mateo sabe que decirlo es poco amigable y no levanta la cabeza del ordenador durante un par de minutos.

Listo. ¿Quieres una cervecita?

Hace. ¿Qué paso en la conferencia?

Mateo se va hasta la cocina en silencio. Seguramente para no tener que repetir nada si me pierdo alguna palabra por el camino. Vuelve con dos latas. Me arroja una a una distancia prudencial, no antes. Se vuelve a repatingar en su silla de oficina. Abre la lata y le da un sorbo antes de contestar.

Pues en la misma entrada ya lo noté. Ella me echó un par de miradas. Nada especiales. Nos volvimos a encontrar en el avión. En la sala de embarque. Y supe que tenía que hablar con ella y poner a parir a Jobs. No me digas por qué, pero ella estaba de acuerdo. Para cuando aterrizamos ya éramos íntimos, o casi.

Mateo me muestra una foto enmarcada que tenía en una estantería. Una mala foto sacada dentro de un avión, que mostraba a un mucho más joven Mateo junto a una morenita muy delgada. Apenas la veo de pasada antes de que vuelva a ponerla en su sitio.

Sabía que iba a ocurrir. Que estaríamos juntos. Pero también que no por mucho tiempo. Y así fue. Menos de un año. Lo malo es que lo sabía. No sé por qué, pero lo sabía.

¿Se largó? ¿Con otro?

No. Se largó, pero con la muerte. Murió en un accidente, en un autobús.

Me bebo el resto de la cerveza de un trago, y la verdad, desearía que no acabase nunca.

31 de Octubre de 2010

sábado, 30 de octubre de 2010

Experimentos Científicos



Lola me mira desde abajo, arrodillada. Está recogiendo los pedazos rotos de mi memoria.

Me interrumpe: ¿qué es eso de pedazos de memoria?, te lo acabas de inventar, además yo no estoy arrodillada, que te estoy acariciando la espalda, cacho de cabrito.

Y con un gesto brusco, se aparta de mi lado y se sienta en cuclillas frente al fuego del hogar. De espaldas a mí.

Empiezo otra vez. Lola se desnuda lentamente y se sienta a medio metro de las llamas con las piernas separadas.

Pero…. Lola se acerca y me suelta una buena colleja tras leer lo escrito. “En pelotas delante del fuego, ya, ya, ni lo sueñes, chavalito”. “Bueno, sueña lo que te de la gana, pero a mí déjame en paz”. Dicho lo cual, abandona el salón después de coger al vuelo una revista de encima de la mesa.

Lola llora delante del fuego. Hunde la cabeza en su pecho y permanece un largo rato inmóvil, etérea, mientras el calor traspasa su carne como una ola silenciosa.

Vuelve partiéndose de risa, mientras me muestra una viñeta de Forges de la revista, como la causa de su risa. No puedo evitar echar un vistazo porque me la arroja encima del teclado. El chiste es bueno. Me giro hacia Lola. Ella está leyendo la pantalla. Chasquea la lengua y dice: ¡ya lo entiendo!

Ella se levanta y se acerca a un armario. Abre un cajón y extrae una pistola. Pone el cañón sobre su pecho, la amartilla y sin un instante de vacilación, aprieta el gatillo. Un segundo después se desploma.

Lola me dice por encima del hombro, mientras saca una manzana del bolsillo de la bata: no hace falta que seas tan rebuscado, si quieres que cortemos, ¡dilo directamente!

Y, con suma lentitud, le da un mordisco a la manzana.

30 de Octubre de 2010

viernes, 29 de octubre de 2010

Premisas para la Paz




Las aspas del helicóptero baten el aire. A mí me parece que lo hacen como locas. Y mi razón me dice que no, que llevan el ritmo adecuado para no caernos y matarnos todos de golpe. Porque ya se sabe que, morir, eso todos, pero espero que no esta tarde en la que yo me he salvado por poquito.

Todavía en vuelo hacia el helipuerto del hospital, pienso en lo que pensarán mis padres. En que antes de nada me preguntarán el por qué ha pasado lo que ha pasado. No se creerán que yo haya tenido un accidente así como así. Y tendré que contarles lo que ha pasado con Apolonia. Y claro, eso será lo peor de todo, porque se imaginarán que ha sido deliberado. El bofetón que me he dado contra el árbol me refiero. El tortazo que ha metido medio tronco dentro del coche y me ha dejado con medio cuerpo paralizado.

Los chicos y chicas de la asistencia me han sujetado por todos lados a una muy estrecha camilla antes de meterme en el heli. No dejan de hablarme. Creo que eso es porque piensan que estoy muy mal y no puedo dormirme porque por lo visto eso es muy chungo. Supongo. Pero el caso es que no me siento mal del todo. Bueno, si, tener un accidente no es plato de todos los gustos, pero la verdad es que esperaba encontrarme bastante peor. No sé por que, puesto que es el primer accidente gordo que tengo.

Vuelvo con lo de Apolonia. Seguramente la cosa viene desde hace bastantes meses, aunque ella diga unos días. La vi muy fría mientras me lo contaba. Esperaba, no sé que estuviera más … más cohibida. Sin embargo estaba casi exultante, decidida. Creo que es un pequeño truco psicológico que el tipo ese le habrá recomendado. Al fin y al cabo es terapeuta. Sería de tontos no meter baza.

El heli está llegando al hospital. Da una vuelta sobre él y desciende hacia la gran H pintada en un lado del parking. Nos quedan veinte metros para aterrizar cuando algo falla en el aparato. Al tiempo que se oye un ruido extraño, batiente, nos desplomamos sobre el suelo en un instante. Al Heli se lo traga el suelo, literalmente.

Espero un impacto tremendo, pero no siento nada, excepto las manos de Apolonia que empujan mi hombro derecho al tiempo que la oigo decir, ásperamente, que es la hora.


29 de Octubre de 2010

jueves, 28 de octubre de 2010

Rutina debajo del Agua



Os miro con la mirada limpia. Pero os odio profundamente. Delante de mí está la cola de todos los días. No pasan más de diez segundos antes de que me pregunten lo de siempre. Esta es la cola, señor agente, para el pasaporte. La mayoría omiten el señor, y el agente. Y muchos balbucean la pregunta de tal manera que les hago repetirla como si no hubiera entendido. Aunque sé perfectamente que es lo quieren saber. Lo sé incluso antes de que aparezcan por la esquina. Después de tantos años me los sé de memoria.

Noto la vibración del móvil en el bolsillo del pantalón. El sonido lo tengo quitado. Miro quién es en la pantalla. Mi hija. No lo cojo porque no me apetece hablarle delante de toda la cola. Luego en el descanso llamaré. Seguro que es alguna chorrada de la cría ésta. Bueno, una cría que ya tiene veintidós. Espero que no sea un marrón del tarado del noviete. Como la última vez. Por que como sea, paso de todo. Desde luego.

El jefe aparece a eso de las diez. No tiene pinta de jefe. Ni de jefe ni de nada. Me he fijado que nadie de la cola dice nada y eso que aparentemente se los cuela a todos. Y eso todos los días. Nadie se fija en él lo más mínimo. Un día lo comenté con los otros, y la mayoría decía que era buena cosa. Que todos teníamos que funcionar igual. Uno dijo que por eso mismo era el jefe. Todos nos reímos.

Empiezan a enfriárseme los pies. Los ligerísimos pasos que doy adelante y atrás, casi sin moverme físicamente del sitio, apenas impiden que acaben como cubitos de hielo. Con la rabia que me da, porque por lo demás, el curro no es penoso. Desde que quitaron la obligatoriedad de ponerse el chaleco antibalas, que eso sí que era un rollo. Todos acabábamos diciendo que casi era mejor estar cómodo, y si te pegaban un tiro pues mala suerte. Con la boca pequeña, claro. Nadie tenía huevos de quitárselo.

Aparece el nuevo por el pasillo y le lío para que me sustituya aunque todavía no es la hora. Me voy al comedor. Está desierto. Saco el móvil y llamo a mi hija. Comunica. Saco un café con leche de la máquina. Me lo tomo. Después del último sorbo vuelvo a llamar. Descuelgan pero nadie dice nada. Por dos veces repito su nombre. Antes de la tercera me quedo escuchando. Muy bajito, escucho a mi hija que parece hablar por teléfono con alguien. Está pidiendo una ambulancia y da la dirección de casa.

Salgo en tromba de la comisaría. Algunos de los de la cola tropiezan conmigo. Pero los odio igual.

28 de Octubre de 2010

miércoles, 27 de octubre de 2010

Miradas en la Oscuridad




Hoy son todo sonrisas. Empezaron ya hace como dos o tres días. Con palmaditas por todos lados. Comentarios guasones pero bien intencionados. Y cosas de ese estilo.

Esos últimos días deje de contarlos. Llevaba haciéndolo unos tres meses. Día a día. Tenía que saberlo para contestar a las preguntas. Todas las semanas no fallaban tres o cuatro. ¿Cuántos te quedan, Javier?.Y yo les contestaba con el número exacto, ni más ni menos. Podía haberles engañado, para divertirme. Pero me parecía un asunto serio. Era mi jubilación.

Lo cierto es que estaba nerviosillo. Se me pasó por la cabeza no aparecer por el trabajo. Que me iban a decir, por un día, ¿verdad? Pero no se me ocurrió nada mejor que hacer. Y mira que estuve un rato pensando, y nada. Un miércoles por la mañana, ¿qué se podía hacer?. Si hubiera sido un sábado podía haberme acercado al campo de futbol, a ver que pasaba por ahí. A ver si estaban entrenando los chavales. O ir al hiper y hacer la compra. Pero una mierda de miércoles, me vas a decir a mí, a ver qué haces. Ni para pasear estaba bueno. Llovía un poco. Total, que me preparé como siempre y fui.

En el vestuario me dijeron a ver si iba a hacer el huevo. Que me fuera para casa. Y un par de gilipolleces más. No les hice caso y me piré a mi puesto. Estaba como de costumbre. Igual que como lo dejé ayer, claro. Pero yo lo veía raro. Y no era porque Manuel , el chico que se quedaba en mi lugar estuviera ya por allí trajinando. Bueno, sí, era por eso. El sitio ya no era mío, era del nuevo. Sólo que hasta hoy mismo no quería admitirlo.

Manuel, al verme quiso cederme los trastos, pero me negué y me fui a buscar al encargado. Con él nos personamos en la oficina. Allí nos tiramos casi toda la mañana. Parecía que estábamos arreglando los papeles y cosas de esas, pero no tuve esa impresión, sino la de que el tiempo pasaba a toda velocidad. Rápido como ningún otro día de los últimos veintiocho años.

Recorrí todos los puestos de la empresa repartiendo pastas. Una vieja tradición. Todo el mundo cogía una aunque sé que a más de uno no le gustaban.

Ya era la hora de la salida. En cuestión de unos minutos todo habría acabado. Un agobio tremendo empezó a oprimirme el pecho. Pensé en que me daba un infarto, y que era muy mala suerte. Aquellos tipos riendo y palmeándome y yo muriéndome a la vez.

Sonó la sirena y nos fuimos todos a la calle. Los demás se fueron y yo me quedé.

Sólo.


27 de Octubre de 2010

martes, 26 de octubre de 2010

Para que mediten los jefes


Tendré que decirle la verdad. Me da pena, sí, pero para que se joda alguien, que sea otro. Lo malo va a ser buscar el momento bueno. No, no te equivoques, no hay momento bueno. Pero hay que tratar de que no te rebote y te caiga encima el marrón. Eso es. Lo cuentas y te esfumas. Incluso visto así, no es nada fácil. Qué va.

Y éste …¿ qué mira? Siempre me ha parecido medio tonto. Cuidado con esos, que son los que dan la sorpresa..

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Menudo morbo que tiene la nena. Con esa carita de no haber matado una mosca muerta. Y tan modosita. Nunca la he visto con una mini , ni despechugada ni nada. Hasta el lechuguino de novio que le viene a buscar parece salido de un artículo del suplemento dominical. Pero a mí no me la da. Veamos. El mosqueo principal que tengo es que no tiene amigas en la ofi. No amigas-amigas , sino que no se la ve de cháchara con las otras pedorras de la ofi. Y, a la vez, es correcta, educada. Que no es una Friki medio colgada. Ya…, parece muy normal, y precisamente por eso es por lo que me da que tiene gato encerrado. Gato, o lo que sea.

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Ese par se rondan, seguro. Hace ya tiempo que me he fijado que él pasa mucho por delante de su mesa. Quiero decir que pasa más de lo necesario. Le tengo calado. Eso sí, el muy chorra no le dice ni mú. Y ella, doña perfecta, qué decir. Como se va a dignar a darle los buenos días, si no sabe ni sus apellidos. No creo que sea tan tonta como para no haberse fijado, que hasta yo que tengo el doble de trabajo que ella y estoy hasta las cejas me he percatado. La verdad es que para la edad que tienen, podían no ser tan como críos. Aunque, bien mirado, si el colega me hubiese venido a mi mesa y me hubiera dicho de ir a tomar algo, no sé, no sé cómo hubiera reaccionado, la verdad.

Bueno, sí. Le hubiera dicho que a un sitio donde entrase bien mi silla de ruedas.


26 de Octubre de 2010

lunes, 25 de octubre de 2010

Fantasias Animadas




Llevábamos toda la mañana el fotógrafo y yo en su casa. Fotos en su despacho, fotos en su biblioteca. Fotos con sus perritos en el jardín. Charlie, había sugerido hacerle fotos con su Jaguar clásico en el garaje, pero ahí me planté yo y dije que nones. Él pareció disgustado, pero cedió por completo en cuanto apunté que esa foto era como de nuevos ricos.

Él me miraba de reojo. Al escote, supongo. Como una fiera poderosa que otea a la pieza que ha entrado en su territorio. Nada más advertirlo racioné mis sonrisas y me entretuve cogiendo notas al azar. En realidad, no las cogía, lo simulaba. Al fin y al cabo, aquella casa no tenía nada en especial. Era la casa que esperaba encontrar. Igualita a como me la imaginaba, y por tanto podía describirla en cualquier momento, ahora y después.

Charlie estaba acabando. Abrió su portátil y anunció que en unos momentos podríamos ver las fotos en la pantalla, después de descargar las tarjetas de memoria. Él dijo que las vería al final y se me acercó con una sonrisa. A la vez declaraba que ya era todo suyo, o algo similar. Yo saqué mi lista de preguntas preparadas.

Tal y como esperaba respondía a las cuestiones una tras otra con toda precisión. Respuestas grises, convencionales a más no poder. Fruncía el ceño ligeramente ante las preguntas personales, como queriéndome reprender por meter las narices donde no debía, para a continuación contestarlas largamente. Pero sin vida, sin chispa, sin talento. La verdad es que estaba empezando a preocuparme. No podía adivinarse en modo alguno al autor de obras tan desternillantes como irreverentes. Y cada vez miraba más a mi escote.

Mi lista se agotaba. Sólo quedaban cuatro preguntas. Decidí improvisar. Hacer una nueva pregunta. Como el que dispara al aire. Le pregunté cuál era la pregunta que más le molestaba que le hiciesen …sus lectores. Le había pillado. Tras unos instantes de vacilación declaró que si que había una cosa que le molestaba. Que le preguntaran que ocurría con determinados personajes de sus novelas, después del final de éstas.

Y yo siempre les digo:’ y yo qué sé..’ , a veces añado que me importa un carajo.

Sonreí encantada. El disparo había alcanzado a alguien en el cielo. Y ya tenía un titular.

25 de Octubre de 2010

domingo, 24 de octubre de 2010

El Creador




¿Puedes inventarte cualquier cosa? ¿Puedes inventarte …. el mundo?


Los pequeños ojos de Claudia me miran bien abiertos. Han estado así casi veinte minutos igual de abiertos a la vez que giraban fijándose en el techo, el suelo, su muñeco Potato y mi camisa a intervalos regulares. En ese tiempo no he dejado de hablar ni un momento. Mis manos sostienen un libro de cuentos infantiles que no estoy leyendo aunque lo parece. Un observador meticuloso se fijaría que mis ojos no siguen los renglones del libro. Y que apenas he pasado páginas. Sólo cuando mi respiración me exigía un pequeño respiro.

Claudia tiene una extraña predilección por mí, desde muy pequeñita. El año pasado que estuvo de vacaciones en la playa, se empeñó en recoger caracolas para traérmelas de regalo. Al final sus padres tiraron el montoncito y en su lugar compraron una sola, pero mucho más grande. Un negocio que Claudia aceptó tras una pequeña discusión y de comprobar que en la grande se oía mucho mejor el sonido de las olas del mar. Por que se oye, sin duda.


Es casi la hora de la merienda y temo que la madre de Claudia interrumpa el relato para alimentarla, pues quizá no sepa retomar la historia en el punto exacto. Los niños son especialmente sensibles a ello. Pero Angeles, mi hermana, no aparece. En realidad creo que la he oído acercarse por el pasillo. Sin embargo, creo que ha escuchado un rato y se ha dado la vuelta. Se habrá percatado que no le estoy contando a Claudia ninguno de los cuentos del libro. Seguro que también se los sabe de memoria.


Apuro la máquina y tres minutos más tarde estoy entonando el ‘colorín colorao’, ante la sonrisa de Claudia. Un pensamiento cruza como un rayo mi cabeza: si Angeles se sabe los cuentos, Claudia seguro que también, mucho más y mejor que su madre. Espero un par de segundos, expectante, y Claudia me hace la pregunta de arriba.


Sonrío, aliviado desde luego, pero compruebo, casi asustado, que no sé que responder.


24 de Octubre de 2010

sábado, 23 de octubre de 2010

Los pájaros automáticos



Y va el tío y me dice que no le gusta Woody!!!

Hace ya dos horas que estamos montando varios muebles de Ikea. Mi prima Clara siempre ha considerado que soy un perfecto manitas. Le dije por teléfono que nunca había montado uno de esos y ella respondió con una sola palabrita: ¡pamplinas!. Cuando colgué me dí cuenta de que aunque estaba de moda ( los muebles suecos, no , la palabra ), mi prima no la empleaba con el significado que tiene hoy en día. No me extraña. Siempre está viendo cine clásico.

No ha pasado ni media hora antes de pegarme un corte en la mano. La sangre ha manchado un poco la tapicería de una de las sillas suecas. Clara ha dicho que no pasaba nada y me ha traído el botiquín. Por dentro estoy seguro de que me mordería la mano en lugar de curármela, pero no tiene más remedio que aguantarse. En esas situaciones disfruto. Lo admitiría públicamente incluso, en otras circunstancias, claro.


Madi se ha venido conmigo en lugar de quedarse en casa. Antes ha tenido que jurar que no iba a colaborar en el montaje y mucho menos hacer algún comentario. Fiel a lo pactado se ha sentado en el sofá del salón y se ha puesto a cotillear los libros y películas de Clara con total descaro. Me gusta cuando se porta como una cría de nueve años. Supongo que ella lo intuye porque lo hace a veces sólo, o sea que no es natural. Hoy lo prefiero a que intente ayudarnos a Clara y a mí.

Después de hojear y leer trozos de media docena de libros que va amontonando en la esquina del sofá, la emprende con las pelis. Al de un rato oigo que llama a Clara. Veo a lo lejos que sostiene dos películas iguales en cada mano, mientras repite : ‘repe..repe..repe’. Clara deja el montaje y se acerca al sofá. Le oigo decir que una era un regalo. Me concentro otra vez en la llave allen y en los tres tornillos que faltan por apretar.

Las oigo partirse de risa. Mi sexto sentido me hace caer en la cuenta de que están refiriéndose a un hombre, o al sexo, o a los dos a la vez que es lo más probable. Mi quinto sentido me dice que no meta las narices en la conversación. Mucho riesgo de salir chamuscado. Dos tuercas. Clara y Madi siguen hablando pero no distingo bien las palabras. Una tuerca. Dejo la llave y me acerco al salón lentamente.

Clara tiene una de las pelis en la mano y hace ademán de lanzarse a la cabeza a Madi con gesto entre divertido y agresivo. Madi se protege echa un ovillo en el sofá con un rictus de alegría. Clara se detiene en el último momento y se desmorona en el sofá al lado de Madi. Las dos echan a reír.

¡¡ Encima de que se la regalo al muy capullo, va y me la devuelve!!

Las veo felices por unos instantes. Pienso de repente en lo corta que es la vida. Y vuelvo con los muebles.

23 de Octubre de 2010

viernes, 22 de octubre de 2010

El Baile de los Malditos




Menudo sueño que arrastro. Normal, toda la noche con el ordenata. La última vez que mire la hora eran más de las tres. Ya no la miré más. Un rato después escuché una buena escandalera en la plaza de abajo. Un grupete que venía de fiesta, berreando como animales. Ganas me dieron de tirarles un cubo de agua sino fuera porque seguramente iban a ponerse a gritar más todavía.

Volví a la pantalla del ordenador. Natasha seguía parlanchina. Seguramente no se llama Natasha, pero yo hago como que sí. Y que me gusta mucho que se llame así. Cada cierto tiempo se lo recuerdo. De hecho, he programado una alarma en el bicho para que me avise. Supuse que Natasha se cansaría de tanto halago y acabaría por rallarse, pero qué va, está tía aguanta como una bestia. O se ha propuesto, a su vez, ver cuanto es capaz de aguantar, como un reto. La veo apostando por ella misma. Aunque nunca la he visto a la cara. Tampoco en video. Me da mucho la lata para que ponga la cam, pero aguanto como un campeón. No sé hasta cuando.

La noche tiene esos momentos en los que te caes vivo y quince minutos más tarde explotas de nuevo. Una y otra vez. Poco a poco he ido quedándome más tarde cada noche. Sin darme cuenta. También es que me gusta el silencio que hay. Ese, en el que ya no se escuchan a los vecinos. Hasta se oye bien a la peña de retirada.

Pero todo eso fue anoche. Que es casi como todas las noches. Ahora estoy en el autobús. Uno de los primeros de la mañana. Bueno, eso no lo sé con seguridad, pues no suelo cogerlo. Hace un frío de pelotas y llevo poca ropa. La gente si que va bien forrada, pero no voy a volverme a casa, y menos aún con lo poco que me queda para llegar.

Doblo la esquina y veo un montón de gente en fila de a dos a un lado de la acera. No hace falta que pregunte nada. En una de mis alucinaciones habituales veo a ese montón de personas bailando a la vez una música inexistente. Todos magistralmente coordinados. Si alguien me preguntara diría que es igualito a una escena de Matrix 2. Pero nadie me pregunta nada.

Aguardo mi turno y espero en la cola del paro.

22 de Octubre de 2010

jueves, 21 de octubre de 2010

Si tú te vas




Cada vez que me miro en el espejo me veo más gordo. Curioso que nadie me lo diga. A la cara, digo, porque por detrás, seguro que se descojonan.

Hoy viene Charo con la niña. Menos mal que no trae al mayor. Es un cabrón con pintas. Pero tiene clase de baloncesto y seguido no sé que puñetas más. Los martes miércoles y jueves. Y hoy, miércoles nos salvamos del pequeño bestia. Charo dice que no puede con él. Tenía que habérmelo dejado una semanita conmigo. Pero no ahora, que ya está muy toreado, sino hace años. Salía de casa más fino que un flan de huevo. Siempre que se lo digo a Charo se me ríe a la cara. No se reía tanto cuando estaba conmigo. Bueno, sí, pero de distinta forma. Ya casi no pienso en aquello.

Pongo a Bowie en el equipo. Ashes to Ashes. De vez en cuando me acuerdo de esta canción, tan extraña como buenísima. ¿La ha palmao Bowie? , igual no, pero me suena que tuvo un achuchón gordo. La patata, creo. Y es que los dinosaurios, duran y duran. Hasta que les llega la horita, no más.


Veo en la tele que entrevistan a dos tíos. No les oigo por la música, pero observo al que no está hablando. Sus ojos giran en círculos. Como si lo de la tele y la entrevista le importasen un comino. O es que lo que dice su compañero de fatigas le importa un comino o dos. O simplemente está aburrido de haberlo escuchado muchas veces. En todo caso me interesa. Muchísimo. Desgraciadamente, es una entrevista de ésas con una duración máxima de 30 segundos. No más porque la ‘audiencia’ se cansa. Dicen. Una forma como otra cualquiera de decir que la audiencia es retrasada. Así, en conjunto.

Se supone.

Me miro otra vez en el espejo. Bueno, ahora me veo mejor. En realidad yo creo que los demás también me ven mejor. Desde el día después al que me tocó la lotería. 4,7 millones de euros.

Una mejora visual definitiva.

21 de Octubre de 2010

miércoles, 20 de octubre de 2010

Añademe ( y 8 )



Hoy me dan el alta. Es lo que me ha dicho la enfermera del primer turno, la simpática. La pobre estaba cuando vino la poli a decirme que ella había muerto. En realidad, dijeron que no había podido sobrevivir a las consecuencias del accidente. Acto seguido empezaron a hacerme preguntas. Canté todo lo que sabía. Lo poco que sabía. Que yo no tenía problemas con nadie, pero que a ella la acosaba su ex.

Se pusieron muy contentos al oír esto. No lo reflejaron, claro está, pero yo lo vi en su semblante. Me dijeron que no encontraron el móvil de ella y que si sabía su número. Que con eso les bastaba de momento. La verdad es que yo no sabía mucho más.

Los del grupo vinieron el primer día a verme. Cuando se iban volvieron a decirme lo de la gira de Berlín. Que me vendría bien para desconectar, decía Jesús. Les dije que lo pensaría y seguido que vale. Así se largaron, y mejor todavía, no volvieron por el hospital.

Tampoco he llamado a nadie para que venga a recogerme. Le he preguntado a la enfermera maja si podría empujarme la silla de ruedas hasta un taxi. Me dijo que naturalmente, aunque un poco extrañada. Ha vuelto hace un rato a ofrecerse a acompañarme hasta casa, incluso. Supongo que le he tenido que dar mucha pena. Seguro que sabe toda la historia, pero eso me da un poco igual.

Pienso en sí vengarme de alguna manera. Y entonces me doy cuenta de que ‘pensar’ en una venganza es poco lógico. Eso se hace sin pensar. Lo que suele ser dramático. Y casi siempre, inútil.

Veo la vida
A cada paso
Ensanchando mi alma


20 de Octubre de 2010

martes, 19 de octubre de 2010

Añademe (7)




La ambulancia va a una velocidad moderada. Conmigo dentro. Supongo que no corren porque no estoy tan mal. Noto cada pequeño bache, casi diría que cada piedrecita que hay en la carretera. Síntoma de que tengo huesos rotos, sin duda. La pareja de enfermeros que van conmigo parecen de buen humor, como si estuvieran contentos de que no la estuviera palmando.

Pero ha faltado poco.

Las víctimas de accidentes no suelen recordar como ocurrió. La mayoría de las veces nada en absoluto. Yo sí que lo recuerdo. Todo. Hasta el momento en que los de la ambulancia me preguntaron cómo me llamaba y yo les dije que Roberto, pero que me llamaran Rober como todos.

La verdad es que no fue nada especial. Salíamos del Irlandés. En una esquina el camión de la basura vaciaba los contenedores con el estruendo habitual. Supongo que el ruido del camión tapó al del coche que se nos echó encima. Apenas estábamos a tres metros de nuestro coche. Ella salió volando hacia delante y yo hacia un lateral. No pude ver si el coche le pasó por encima, pero creo que sí. Supongo que el de la basura llamó a la ambulancia. Intenté no moverme, aunque no sentía grandes dolores y casi me molestaba más empaparme con el asfalto de la calle recién regada que otra cosa.

Vinieron tres ambulancias. Vi de reojo como la metían en otra ambulancia. La nuestra se puso en marcha, pero la de ella no. Pensé en preguntarles a los enfermeros por ella, pero sabía que por norma, no me iban a decir nada. Seguro.

Y el pájaro había escapado. No por mucho tiempo.

Tres cerezas,
Tu sangre en mis manos,
Dulce venganza.


19 de Octubre de 2010

Añademe (6)




Me arrepentí. Nada más entrar en el coche y sentarme dentro de él. Una sensación de soledad enorme. Puse la llave en el contacto, pero no lo puse en marcha. Sonó el móvil. Mire la pantalla. El que faltaba. Encima tiene los huevos de llamar pese a que le había dicho que iba a estar con Roberto. Rechacé la llamada y apagué el teléfono.


Reflexioné. Era cuestión de decidirse, pero rápidamente. Si me voy a casa, éste es capaz de aparecer por allá. Más aún si ve que no aparezco con Roberto. Sí, es muy capaz. Por otro lado, Roberto no ha salido detrás de mí. No es buena señal. En absoluto. Pero tampoco tiene porque ser mala. Saco la llave, la guardo en el bolso y vuelvo al pub. Apenas me he alejado unos metros, el coche se cierra solo.

Me paro en la entrada. Veo a Roberto bebiendo a cortos sorbos la lager. No está mirando hacia la puerta, y no me ve. Tiene el aspecto de quién está esperando tranquilamente a que vuelva. Como si supiera que iba a entrar de nuevo. Pero claro, es imposible que lo sepa ¿no?. Ahora, eso es lo que parece. Tina mi intimísima siempre me dice que lo que parece casi nunca lo es, y también que nunca la hago caso. En eso me conoce. Ojala estuviera aquí para preguntarle que demonios le puedo contar a Roberto. Algo que cuele bien. Podría encender el móvil y llamarla, pero no quiero ver si éste me ha vuelto a llamar o a dejarme algún mensaje. Al menos ésta noche.

Roberto se gira ligeramente y levanta la mirada. Sin ninguna posibilidad de escape, nuestros ojos se clavan recíprocamente. La cara de Roberto no muestra ninguna expresión durante un par de segundos, transcurridos los cuales sus labios comienzan a sonreír levemente. Es una pequeña señal: ya sé que decirle.

Me acerco a su mesa, me siento a su lado y sin decir ni una palabra empiezo a besarle.

19 de Octubre de 2010

lunes, 18 de octubre de 2010

Añademe (5)




Al final he conseguido que me deje conducir a mí. A regañadientes, eso sí. Que si está perfectamente, que si no me sé cómo van las luces de su coche, y demás bobadas. Cinco minutos discutiéndolo para nada.


Lo que no sé es para donde tirar, pero no íbamos a quedarnos toda la noche en el patio de Jesús. Al final tiré para el irlandés de siempre. Allí no ponen la música alta y todo parecía indicar que quedaba mucho por hablar. Me vino a la cabeza un haiku , y lo recité con voz queda :

Luna, reloj de arena
La noche se vacía
La hora se ilumina


Ella me mira con ojos de loca antes de preguntarme que de donde he sacado eso. Le respondo que en un libro que me dejaron en la biblioteca de la cárcel. No volvió a abrir la boca hasta que llegamos al pub. Dudé en recitar otro haiku que recordé mientras aparcaba , el de ‘ la vieja mano sigue trazando versos para el olvido’, pero opté por la prudencia. Creo que ella ya estaba bastante mosca con lo de la cárcel, rumiando si sería cierto.

Pedimos un par de Lagers y nos quedamos mirándolas fijamente. Empecé yo. Y metí la pata. Pregunté desde cuando veía a su ex. A la vez que oía las palabras salir de mi boca, la otra mitad de mi cerebro me decía que era un error. Pero la verdad es que me estaba aburriendo, ahí mirando como un pasmarote las birras sin tocar.

Ella no llegó a responder. Me lanzó una mirada, así como de desprecio infinito que duró un par de segundos. Acto seguido cogió de un manotazo las llaves de su coche que estaban sobre la mesita. Y, muy digna se levantó y se fue.

No me molesté en seguirla. Ya tenía bastante por esta noche. Y tenía un par de birras a la vista. Justo, justito delante. Mientras trasegaba la primera recité en silencio.

Nos separamos
Y ahora me quedo solo
A la sombra del árbol


18 de Octubre de 2010

domingo, 17 de octubre de 2010

Añademe (4)



Ahí están de cháchara dentro del coche. El imbécil de Roberto, con su bajo y su niña bonita. Hace rato que están parados. Seguro que tienen una bronca, pero cualquiera se acerca a preguntar nada con la mala leche que tiene el colega. Y no se le nota nada, al muy cabrito, hasta que salta como un demonio. Menudo regalito se lleva la niña ésta, ya se dará cuenta, ya.

Cierro las persianas de la casa para hacer ver que me retiro. Pero en realidad estoy haciendo tiempo a ver si se piran estos dos a armarla a otro lado y puedo salir sin que me vean. Todavía falta como hora y media, pero me gusta ir sobrado. Sin agobios. Tranquilito, como un señor.

Suena el teléfono fijo. Es raro que suene. No suelo cogerlo por si es una de esas llamadas. De las comerciales tan coñazo. En la pantallita veo que el número es el de la casa de la madre de Carmen. Espero un par de timbrazos más y lo cojo como si no supiera que es Carmen la que llama. Le contesto con monosílabos a todo. A veces es peor, porque entonces te pregunta el doble. Y lo que más me jode, que te vuelve a preguntar lo mismo otra vez. Como si tuviera Alzheimer. Pero lo que tiene es un mosqueo de cojones. Por lo de Berlín. Bueno, y por más cosas. Pero lo de Berlín es la puntilla, según ella. Que si la de golfas que tiene que haber por allá. Hasta dice que la comida es una mierda. Como si ella cocinara como Arzak, no te jode.

Miro por una rendija de la ventana mientras en el teléfono escucho a Carmen decir Jesús un montón de veces seguidas. Los tortolitos ya se han largado a seguir con la música en otra parte. Por fin.

Le interrumpo a Carmen. Le suelto que me voy a dormir. Que me caigo de sueño. Y cuelgo. Cojo las llaves del coche y salgo de casa. Si me doy un poco de prisa me sobrará una media horilla. Y aunque a Tere no le importa esperar, a mí me gusta ir sobrado. Como debe de ser.


17 de Octubre de 2010

sábado, 16 de octubre de 2010

Añademe (3)


Me la encuentro llorosa. Veo por sus ojos enrojecidos a la luz interior del coche, que ha estado lagrimeando un buen rato. La cara muy pálida. Pienso en que está en malas condiciones para conducir, pero ahí está mirándome hundida detrás del volante.

Detesto las escenitas. Pero en ésta no he tenido nada que ver. De momento.

Espero a que ella hable primero. Y a que lo haga antes de que vuelva a echarse a llorar. Entretanto empiezo a barruntar de qué va la historia. Saco un cigarrito y lo prendo con el zippo. Sé que ella me tiene prohibido fumar en su coche, sí, pero lo hago para comprobar cómo reacciona. Ella me lo quita de la boca y lo tira por su ventanilla. Estupendo. Eso quiere decir que no está jodida de verdad.

Acto seguido empieza a hablar con un tono bajo. Bajo y lento. Se resiste a pronunciar su nombre. La obligo a ello lanzándole en el momento preciso un ¿quién? al que no puede contestar de otra manera que con el nombre de su ex. Con lo que me cuenta se me hace evidente que lleva una buena temporada en contacto con él. Y ahora la ha amenazado con no sé que historias de fotos y videos. Bueno, sí se que tipo de historias son, pero ahora no quiero meterme en detalles.

Claramente, ahora es mi turno. Vacilo un poco por que no sé si decirle que ésta es la oportunidad que llevo esperando tanto tiempo. Pero no quiero parecer ansioso, como un lobo que ve por fin un corderito en las profundidades de la noche, ya cerca del amanecer. Adopto un tono calmado para preguntarle que quiere que haga. Me mira como incrédula, antes de responder que no es un tema en el que tenga que involucrarme en absoluto.

Ella sigue hablando, pero ya no la escucho. Dentro de mi cabeza un lobo está aullando, poderoso, a máximo volumen.

16 de Octubre de 2010

Añademe (2)




Puedo ser muy peligroso. Mucho. Pero no soy malo. Si no ves la diferencia es que no has entendido gran cosa.

Enrique y Jesús son de esos. Acabamos de tener una fenomenal. Una pelea. A veces me dan pena lo patéticos que resultan. Puedo verlo mientras mantengo una especie de indignación de cara a la galería. Pero sólo es una máscara. Estos quieren que vayamos a tocar a una gira cutre por Alemania. Hablan de Berlín, como si yo no supiera que aquello es lo más mugriento de Europa. La capital mundial de los perroflautas, eso es.

Lo que pasa es que así se quitan de encima a sus parientas un montón de días seguidos. Se quitan a unas y esperan, almas de cántaro, ponerse a otras entre las piernas. Así, cómo si fueran el Mick Jagger o uno de esos. Claro, claro. Montones de tías buenas, a las que, además, apenas entiendes (miel sobre hojuelas) , esperando que acabes la actuación para darle al fornicio como locas. Y con ellos. A veces no sé de qué guindo se han caído. Pero, vamos , en algún sitio se han dado una galleta que les ha afectado y les ha dejado con un exceso de ilusiones.

Y yo no sé porque no les sigo la corriente. Bueno, sí. Es que no quiero irme de gira. Yo sí que tengo una nena esperando que apague el ampli , guarde el bajo e irnos de fiesta. Que así lo dice ella. Estos me dicen que estoy encoñado, de la puta envidia que me tienen.

Total que al final, ni ensayo en el cobertizo de Jesús, ni nada. Del escándalo que hemos organizado hasta se ha asomado su madre. Y justo ahí se ha acabado el rifirafe. Y hemos vuelto a ser personas comedidas. Irritados pero tranquilos. En ese momento suena mi móvil. Es ella que llama para preguntar si hemos acabado el ensayo. Veo los ojos de los otros que me miran encendidos.


16 de Octubre de 2010

Añademe (1)



No tenemos honestidad alguna. Unos sinvergüenzas natos. Mi madre siempre decía que todos los sinvergüenzas son simpáticos. De eso se trata.

La habitación está llena de animales disecados. Aquí no reza lo de en casa del herrero cuchara de palo. La casa es de Jesús, taxidermista medio aficionado. Es un decir porque los animales que tiene parecen de verdad. Quiero decir, que parece que están vivos .Tiene un montón. A mí me dan mal rollo.

Estamos esperando a Enrique. Con el que mejor me llevo. Y no sé porque. Es un bala perdida. Claro que igual es por eso. Con él siempre tienes un montón de cosas a las que agarrarte si tienes que meterte con él. Como que le tienes pillado por los huevos en caso de necesidad. El resto del tiempo la verdad es que da un poco de miedo. Por lo de si se descontrola.

Aparece por la puerta la madre de Jesús. No se entera de la misa la media. Creo que tiene Alzheimer , o algo parecido, desde hace ya bastantes años. No empeora, o al menos yo la veo siempre parecido. Y a mí me deja en paz. Lo que es un alivio porque a Enrique le pone la cabeza como un bombo. Ya no sabe que hacer para quitársela de encima. Una vez me dijo que igual se venía con una fulana a ver si así se cortaba la señora. Le dije que era una tontería probarlo. Menos mal que me hizo caso.

Aparece Jesús y se lleva a la vieja. Acto seguido entra Enrique. Justo a tiempo. Así me gusta a mí. Que todo encaje en su sitio.


Como un mecanismo.


15 de Octubre de 2010

miércoles, 13 de octubre de 2010

Realidad en el Congelador




Es un asunto complejo. Por eso te hemos llamado. Y porque eres el más barato también. Pero eso lo sabes tú mejor que nadie.

Le escucho, pero tengo la cabeza en otra parte. Marian lleva dos días, con lo que yo llamo ‘los síntomas’. Pero no son síntomas de cosas concretas. Simplemente que llevo más de diez años en el negocio. Y acabas oliendo las cosas antes de que las veas.

Vuelvo a mirar al trajeado. Subjefe de algún jefe, sin duda porque siempre envían a uno de confianza a estos tejemanejes. Debería escuchar bien, para saber que es lo que quieren con exactitud y no pifiarla. Imagino que más o menos es lo de siempre.

Nosotros vamos a proporcionarle todo lo que tenemos, a fin de que no pierda el tiempo inútilmente. Aquí tiene.

Me tiende un pendrive USB que tiene una pequeña etiqueta con un código escrito a mano. Letra de mujer. La secretaria del tipo, sin duda. Lo habrá puesto ahí para no tener que decírmelo en persona, y así no tener que verme, ni tener que saber nada de mí. Ni quien soy, ni como parezco ni nada. Una chica lista, si señor. Como Marian, la verdad.

Después de guardarme en el bolsillo el pendrive todo indica que es hora de largarse. Sin embargo, permanezco callado y en silencio. Se trata de una simple técnica. De interrogatorio. El tipo me aguanta la mirada unos segundos. Pero conoce el truco y sin añadir nada se acerca a la puerta y me la abre. Esta gente no es novata, no.

Tres minutos más tarde abro la puerta del coche. Entro en él, pero no me pongo en marcha. Saco el portátil de mi maletín. Lo enciendo. Le enchufo el pendrive. Estoy seguro de que alguien me está mirando como lo hago. Y por eso lo hago. Clickeo el código de acceso al pendrive. Se abren un montón de carpetas. Finjo estudiar con atención la pantalla. Mi atención en realidad está en otro programa que he abierto a la vez y que está hackeando el correo de Marian. Obtengo su contraseña, que no es una fecha ni un nombre ni nada de eso. Es una especie de nombre, inventado, supongo. Unos segundos después tengo abierta su bandeja de entrada. La contemplo absorto durante unos minutos. Pero no soy capaz de abrir ningún mensaje. Miro la hora que es en el reloj del salpicadero. Ya ha pasado suficiente tiempo. Ya he dado imagen de detective serio. Arranco el motor y me pongo en marcha.

Me dirijo a casa, sin pasar por la oficina. Al entrar me sorprende su silencio. Abro el armario y saco la bolsa que siempre tengo preparada para salir de viaje urgente. Pongo mi portátil encima de la mesita de noche, en el lado de Marian, después de quitarle el pendrive. La pantalla muestra todavía el listado de la bandeja de entrada de su correo. Un nombre se repite muchas veces. Muchas.

Cojo la bolsa de viaje y salgo . Me da la impresión de que la casa se queda aún más silenciosa.

13 de Octubre de 2010

martes, 12 de octubre de 2010

Sin Ideas


“Que hoja en blanco ni que niño muerto. Lo importante es estar ahí, dando el callo. Te pones, y seguro que se te ocurre algo”

Miré a Matías fijamente con expresión muy seria. En realidad, lo de ‘dar el callo’ me había hecho mucha gracia porque sonaba viejuno. Super viejuno. Ni me acuerdo de la última vez que lo escuché decir.

“Mira, chaval, lo importante es ponerse, te lo digo yo. La de veces que me he sentado sin tener ni puta idea de qué escribir, y nunca me he levantado sin algo acabado. Eso sí, bueno o malo, eso ya ….”

Matías es de mi edad. Pero no le importa decirme lo de chaval. Le da autoridad que es lo que le gusta, aunque quede como un viejo. Apura el vaso de vino blanco y con un gesto indica que nos vayamos al siguiente bar.

“¿Sabes que se me ocurrió un día que no tenía nada bueno para la columna de la actualidad política de los cojones? Pues mi pierna, macho, mi pierna “

Otra vez. Hace un huevo que no escucho a nadie lo de ‘macho’. Lo de la pierna es un tema que saca siempre, antes o después. Como una letanía. No puedes estar con él más de veinte minutos sin que saque a colación lo del camión de ganado que le reventó la pierna. Y de cómo las vacas que iban en el camión mugían desesperadas, que fue lo que más miedo le dio.

“como lo oyes. No había ni un rumor de mierda que sacar en la columna. Y entonces se me ocurrió hablar del accidente. Lo escribí todo sin saber como iba a relacionarlo todo. Pero al final lo solucioné con una frase sencilla, pero genial: La vida no tiene instrucciones de uso. ¿Qué te parece?”

Uh ,, si .. genial.

Y entramos en el siguiente bar.

12 de Octubre de 2010

lunes, 11 de octubre de 2010

Sonrisas y Palabras


“Vas a tomar esto que te pongo aquí. En este papel. Te sentará bien. Pero recuerda que lo importante es lo que hemos estado hablando”

Se me ocurre que todavía quiero añadir una cosa más. Decir lo mucho que odio esa frase que tan de moda parece estar: ‘es lo que hay’. La odio con toda mi alma. Es peor que la muerte, porque la muerte es el fin, pero después de escuchar ‘esto es lo que hay’, sigues vivo. Y, normalmente, jodido.

Pero no la digo. Roberto está ya levantándose para abrirme la puerta. Para que entre el siguiente tarado y salga yo. Ya sé que no le gusta que diga esta palabra, que para él, todos sin excepción lo estamos. Por eso no la digo. No digo nada. Sólo un leve gesto con la mano en la que llevo el papel que me ha dado. Papel que acaba en la primera papelera que veo en la calle.

He aparcado bastante lejos. A Roberto no le gusta que conduzca, aunque le demuestre que mis reflejos son perfectos. Teme que en un arrebato me estrelle contra cualquier cosa. No tiene narices de decírmelo claramente. Pero es bueno escuchando. Los coñazos que debe de aguantar este hombre. Y sin pestañear, que ahí está lo difícil. Tiene que jugar al poker de puta madre. Se lo tengo que preguntar.

Hay una pandilla de mocosos apoyados en mi coche. Una chica se ha sentado cómodamente en posición yoga sobre el capot. Me quedo mirándolos a distancia. Y me entra la duda. Si recorro los metros que faltan por llegar hasta el coche, mi indignación crecerá a cada paso. Las probabilidades de que ahuequen el ala en el momento que vean que el coche es mío, son grandes. Pero existe la posibilidad de que se hagan los remolones. Que se pongan bordes, vamos. Me acuerdo de lo que pasó hace un mes. Me doy la vuelta y me voy a la parada del metro.

Consigo sentarme en uno de los pocos bancos del andén. Saco del bolsillo la carta doblada por la mitad. En el buzón casi la confundo con las facturas y la propaganda. Mi nombre está escrito a mano con su letra. La miro con temor, pero no sé muy bien porque. Sin abrirla, sé que no hay nada nuevo. Roberto me diría que la tire sin abrir, o que la lea tranquilamente, seguro. Genial. En realidad no hay más opciones. Cara o cruz. De repente me acuerdo de lo que decía el chalado de Miguel cuando salía el tema. Que la moneda podía quedarse de canto. Que la probabilidad era pequeñísima, pero real. Y debía de tener razón, que para eso era el listo de la clase.

Miro la carta de nuevo. El remite es de una dirección de México en la ciudad de Cuernavaca. Me acuerdo de que allí transcurre la novela de Lowry. Bajo el volcán. Todo encaja mágicamente. He encontrado el canto. Miro el plano del metro buscando la línea del aeropuerto. Un minuto más tarde llega el convoy. En mi cabeza resuena la vieja obsesión.

Tomar la decisión correcta.

Subo al vagón. Dirección al aeropuerto.

11 de Octubre de 2010

sábado, 9 de octubre de 2010

Las Claves de la Pasión




“Romerales, haga usted el favor de bajar al infierno.”

Hasta las narices me tiene con eso de Romerales. Al jefe le gusta mucho el Forges, pero esto es una falta de respeto en toda línea. Un día le grabo y lo subo a Internet. Bueno espera, que igual se descojona la gente. La gente ahora se ríe hasta de las cenizas de su abuelo. Qué asco.

“ Es para hoy .. o para mañana”.

No estoy seguro de que hoy me tocara a mí bajar. Me parece un poco pronto para que sea mi turno otra vez. Pero sin comprobarlo antes estoy vendido. A agachar la cabeza y tirar para abajo como un conejo.

“No se olvide el bocadillo, Romerales”

La madre que lo parió. Un día me da por ahí y me lo cargo. Ahora se ha fijado en el truqui del bocata. Se acabó la excusa para salir un rato del agujero. Y eso que a mí nunca me ha visto hacerlo. Alguien se ha ido de la lengua, un lenguaraz. Seguro. Como la vez que pasó lo de las vacaciones. Que esa fue buena. Al final, todos encabronados. Pero, todos. Que ni a uno le vinieron bien las fechas. Con lo difícil que tiene que ser que entre tantos no le tocara la suerte a alguien. Pero no.

El relevo me está esperando con la puerta abierta. Otra cosa que como se entere el jefe la vamos a tener. O igual ya sabe que estamos con la puerta abierta y espera el momento oportuno para escupirlo y humillarnos de esa manera fina, como con un ligero cachondeo. Del tipo de ‘se va a escapar el gato’.

Como si de la sala de autopsia se fuera a escapar alguien.

9 de Octubre de 2010

viernes, 8 de octubre de 2010

Tímidos


Uy, me está mirando otra vez, creo. No. Estoy seguro. Si las miradas de los ojos se encuentran, no queda otra. Te están mirando. Y a los ojos.

Se me ocurre pensar en cuantas veces alguien te mira a lo largo de la vida. Miles, decenas de miles. Igual hasta millones de veces. Muchas más si estás mucho por la calle. Pero entonces te tienes que acostumbrar rápido. Digo yo.

Ahora se da la vuelta y me da la espalda. He observado que no suele ser el fin del juego. Que aparenta ser el final, pero sólo es cuestión de esperar un rato. ¿Cuánto? Una pregunta difícil, porque puede irse sin darse la vuelta y entonces es el fin de verdad. O girarse al de un momento y empezar todo el juego de nuevo.

Un juego. Un juego que puede acabar siendo serio. O peor, aún real. Imagina que se acerca, con la mirada baja eso sí, porque va con el papel. Y cuando está a un metro y medio exacto de ti, nunca más, ni menos, se dirige a ti. Con un requerimiento tonto. O extraño. O inequívoco.

En todo caso, con una sola posible respuesta. La que te lanza hacia sus palabras. La que modifica el mundo para siempre. Y te estrella contra su cara, sus brazos. O la piel que adivinas, que supones o que soñaste. Y el mundo ya no será igual.

El mundo no será igual. No lo será. No.

Pero… dios mío, se acerca de verdad.

Se para a un metro y medio con la mirada baja.

Levanta la mirada.

Y habla.

8 de octubre de 2010

jueves, 7 de octubre de 2010

Movimientos Pendulares



“Lo acabo de traer de la revisión. Míralo a ver que te parece”.

Acompaño la frase con un movimiento en el que le abro la puerta del conductor. El 406 verde oscuro es un coche demasiado serio para mi gusto. Pero pienso que es adecuado para el tipo que tengo delante. Me han dicho que tiene una tienda de plantas en una buena zona del pueblo. Y que quiere un segundo coche. Además, se me ocurre que como es un SW, le viene bien para cargar plantas, o tiestos, o lo que sea, en un momento dado. Pero todavía no se lo he comentado. Voy a esperar un poco.

“Ya sabes que yo no compro coches por ahí, al tún tún . No. A mí me los seleccionan en un par de concesionarios. Coches que están bien. Y, yo luego, de todos modos, los reviso antes de ofrecerlos.”

Mal asunto. El tipo está tieso, sin apenas hacer ningún movimiento. Mala señal. Se limita a mirar dentro del coche sin meterse dentro. Y esto es el abc, el que no se sube y se sienta, es que no le interesa para nada. Claro que también se sube gente y se baja diciendo que, bah , como tal otro coche ,, que ni punto de comparación. Pero, ya digo, de momento vamos mal y me da que va a ser tiempo perdido. Y en esas estoy, cuando el fulano, por fin me dirige la palabra.

“Es que yo utilizo el péndulo.”

Espera. Qué demonios está diciendo. Me jode no saber de que vá este tío, por lo de perder el control de la venta. Pero no queda otra. Hay que preguntarle.

“¿El péndulo?”

“Sí. El método se emplea en las explotaciones. De petróleo y cosas así.”

El tipo saca un péndulo del bolsillo y lo pone en vertical a medio metro por encima del techo del 406. Inmóvil. El tipo y yo observamos en silencio cómo el péndulo no se mueve ni un milímetro. No soy capaz de decir ni mú. Tengo la mente totalmente bloqueada.

Al cabo de un minuto y cuando estoy a punto de mandar a la mierda al tipo en cuestión, éste se guarda el péndulo en el bolsillo. Y añade que aunque el péndulo no le dice nada, que se va a llevar el coche.

Yo, ni corto ni perezoso, le arreglo el papeleo y demás como si nada. Pero ésta no se me olvidará fácilmente. Igual se lo cuento a Percival, para que lo escriba en una de esas historias que se inventa y pone en Internet.

Por lo menos ésta será de verdad.


7 de Octubre de 2010

domingo, 3 de octubre de 2010

Vida Inteligente en el Universo



La creatividad es directamente proporcional a la infelicidad. En cuanto eres feliz, aunque sólo sea un poco, se acaba la vaca lechera.

Teresa se revuelve inquieta en su asiento. He tenido que arrastrarla a la conferencia. Básicamente dice que no le interesa el tema, pero yo lo que le oí decir es que no le gusta. Y, claro tiene que hacer algo que lo demuestre. Empieza poco a poco. En breve me dirá que si nos vamos.

No hace falta que les hablé de los grandes artistas que vivieron en un casi permanente sufrimiento. El más citado es Van Gogh.

Observo a los asistentes. Algunos de ellos, por la edad, estoy seguro de que han oído lo mismo al menos en cuatro ocasiones. Sin embargo, ponen cara de absortos. En la terrible revelación de que sin dolor no hay gloria. Y de que cuando llega la gloria, el placer entonces es que te destruye. O acaba contigo, o con tu trabajo, que viene a ser lo mismo. ¿Por qué lo están escuchando de nuevo? Pienso en si lo olvidan adrede. Para volver a la juventud. Una y otra vez.

[ Oye, …., ¿nos vamos?]

La primera vez bastará con poner una cara seria. Sin decir nada, ojo. Si dices no, o ‘espera un poco’ la has fastidiado. En cambio, el silencio te da unos minutos de tregua. Pero no muchos.

Se necesita destrucción para la vida


Se me ilumina una bombillita en mi cráneo. Agarro de la muñeca a Teresa y la saco de la sala. Teresa ha puesto un gesto de extrañeza que ha ido cambiando a una franca sonrisa al llegar a la calle. En la acera de enfrente le suelto de la mano. Y le digo que adiós.

Para siempre.

Y parto en solitario en busca de la gloria.

3 de Octubre de 2010

sábado, 2 de octubre de 2010

Pequeñas Grandezas



Por que, claro, a esa gente no la conoces de nada, en realidad

Ramón le pega un viaje a la caña. Por la marca que queda en el vaso, como los anillos de un árbol, le calculo que se ha trasegado un cuarto de litro. Ramón llama al camarero y le pide otra, mientras hace el gesto de si me apetece otra.

Lo que pasa con la gente es que es muy mentirosa. Y con el ordenador se lo pones a huevo. Joder, si hasta yo podría hacerme pasar por el Richard Gere ese..

Ramón remueve sus muchas arrobas de carne sobre la escueta silla de la terraza, cambiando de postura. De paso, coge una aceituna del platillo y la devora en un pestañeo.

¿Que alguien me pide una foto?, pues que cojones, la pongo. Mira tú, si es dar un par de clicks.

Pasan un par de chicas de menos de veinte. Ramón detiene su perorata y las examina de arriba abajo. Las devora de abajo a arriba. Cuando las chicas están fuera del campo visual, Ramón coge otra aceituna. Y la devora.

Chico no sé como la gente se puede fiar de lo que le dicen por la pantalla. No lo entiendo.

Suena una musiquilla. Es el móvil del Ramón. Le oigo decir que todavía tiene para un rato. Que ya llamará él cuando haya acabado. Que sin falta. Vuelve a repetirlo todo una vez. Y otra vez más, casi por completo. Apaga el móvil con un gesto de fastidio enorme, al tiempo que suelta en baja voz un ‘a tomar por culo’ que no parece dirigido a nadie.

Pues eso, que como te vas a fiar de alguien que no ves .. ¿Tú te fiarías de mí en Internet?

Sonriendo, le digo que no. Tomo mi caña y le doy un sorbo. Y sigo sonriendo.

2 de Octubre de 2010
 
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