domingo, 31 de octubre de 2010

Instinto



Fue en una conferencia de Steve Jobs. Si quieres que te diga la verdad, un papanatas. Tiene idiotizado a todo el mundo. A mí me recuerda a los charlatanes que veía en el pueblo, de pequeño. O, también a un ilusionista, pero de los malos. De los que aunque no lo veas claramente, ya te imaginas por donde va el truco casi desde el principio.

Pues allá estaba ella, que la acababan de echar del Partido Popular, de Prensa, claro. Me había fijado antes de entrar a la sala de conferencias. Se había quedado de los últimos en la entrada. Y yo también. ¿Quieres ventanilla? Podemos elegir.

Teclea un rato en el ordenador sin esperar mi respuesta. A ver si lo adivino. Va a encargar un asiento de ventanilla y si yo no lo quiero, se lo quedará él. Es su espíritu práctico. ¿Para qué va a esperar mi respuesta, si estrictamente no le hace falta?

Miro por el enorme ventanal que da al mar. Mateo seguramente pensará que soy un memo. Pues si uno quiere ver el mar, sales afuera y lo ves y lo hueles mucho mejor. Pero Mateo sabe que decirlo es poco amigable y no levanta la cabeza del ordenador durante un par de minutos.

Listo. ¿Quieres una cervecita?

Hace. ¿Qué paso en la conferencia?

Mateo se va hasta la cocina en silencio. Seguramente para no tener que repetir nada si me pierdo alguna palabra por el camino. Vuelve con dos latas. Me arroja una a una distancia prudencial, no antes. Se vuelve a repatingar en su silla de oficina. Abre la lata y le da un sorbo antes de contestar.

Pues en la misma entrada ya lo noté. Ella me echó un par de miradas. Nada especiales. Nos volvimos a encontrar en el avión. En la sala de embarque. Y supe que tenía que hablar con ella y poner a parir a Jobs. No me digas por qué, pero ella estaba de acuerdo. Para cuando aterrizamos ya éramos íntimos, o casi.

Mateo me muestra una foto enmarcada que tenía en una estantería. Una mala foto sacada dentro de un avión, que mostraba a un mucho más joven Mateo junto a una morenita muy delgada. Apenas la veo de pasada antes de que vuelva a ponerla en su sitio.

Sabía que iba a ocurrir. Que estaríamos juntos. Pero también que no por mucho tiempo. Y así fue. Menos de un año. Lo malo es que lo sabía. No sé por qué, pero lo sabía.

¿Se largó? ¿Con otro?

No. Se largó, pero con la muerte. Murió en un accidente, en un autobús.

Me bebo el resto de la cerveza de un trago, y la verdad, desearía que no acabase nunca.

31 de Octubre de 2010

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