martes, 19 de octubre de 2010

Añademe (7)




La ambulancia va a una velocidad moderada. Conmigo dentro. Supongo que no corren porque no estoy tan mal. Noto cada pequeño bache, casi diría que cada piedrecita que hay en la carretera. Síntoma de que tengo huesos rotos, sin duda. La pareja de enfermeros que van conmigo parecen de buen humor, como si estuvieran contentos de que no la estuviera palmando.

Pero ha faltado poco.

Las víctimas de accidentes no suelen recordar como ocurrió. La mayoría de las veces nada en absoluto. Yo sí que lo recuerdo. Todo. Hasta el momento en que los de la ambulancia me preguntaron cómo me llamaba y yo les dije que Roberto, pero que me llamaran Rober como todos.

La verdad es que no fue nada especial. Salíamos del Irlandés. En una esquina el camión de la basura vaciaba los contenedores con el estruendo habitual. Supongo que el ruido del camión tapó al del coche que se nos echó encima. Apenas estábamos a tres metros de nuestro coche. Ella salió volando hacia delante y yo hacia un lateral. No pude ver si el coche le pasó por encima, pero creo que sí. Supongo que el de la basura llamó a la ambulancia. Intenté no moverme, aunque no sentía grandes dolores y casi me molestaba más empaparme con el asfalto de la calle recién regada que otra cosa.

Vinieron tres ambulancias. Vi de reojo como la metían en otra ambulancia. La nuestra se puso en marcha, pero la de ella no. Pensé en preguntarles a los enfermeros por ella, pero sabía que por norma, no me iban a decir nada. Seguro.

Y el pájaro había escapado. No por mucho tiempo.

Tres cerezas,
Tu sangre en mis manos,
Dulce venganza.


19 de Octubre de 2010

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