viernes, 8 de octubre de 2010

Tímidos


Uy, me está mirando otra vez, creo. No. Estoy seguro. Si las miradas de los ojos se encuentran, no queda otra. Te están mirando. Y a los ojos.

Se me ocurre pensar en cuantas veces alguien te mira a lo largo de la vida. Miles, decenas de miles. Igual hasta millones de veces. Muchas más si estás mucho por la calle. Pero entonces te tienes que acostumbrar rápido. Digo yo.

Ahora se da la vuelta y me da la espalda. He observado que no suele ser el fin del juego. Que aparenta ser el final, pero sólo es cuestión de esperar un rato. ¿Cuánto? Una pregunta difícil, porque puede irse sin darse la vuelta y entonces es el fin de verdad. O girarse al de un momento y empezar todo el juego de nuevo.

Un juego. Un juego que puede acabar siendo serio. O peor, aún real. Imagina que se acerca, con la mirada baja eso sí, porque va con el papel. Y cuando está a un metro y medio exacto de ti, nunca más, ni menos, se dirige a ti. Con un requerimiento tonto. O extraño. O inequívoco.

En todo caso, con una sola posible respuesta. La que te lanza hacia sus palabras. La que modifica el mundo para siempre. Y te estrella contra su cara, sus brazos. O la piel que adivinas, que supones o que soñaste. Y el mundo ya no será igual.

El mundo no será igual. No lo será. No.

Pero… dios mío, se acerca de verdad.

Se para a un metro y medio con la mirada baja.

Levanta la mirada.

Y habla.

8 de octubre de 2010

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