martes, 19 de octubre de 2010

Añademe (6)




Me arrepentí. Nada más entrar en el coche y sentarme dentro de él. Una sensación de soledad enorme. Puse la llave en el contacto, pero no lo puse en marcha. Sonó el móvil. Mire la pantalla. El que faltaba. Encima tiene los huevos de llamar pese a que le había dicho que iba a estar con Roberto. Rechacé la llamada y apagué el teléfono.


Reflexioné. Era cuestión de decidirse, pero rápidamente. Si me voy a casa, éste es capaz de aparecer por allá. Más aún si ve que no aparezco con Roberto. Sí, es muy capaz. Por otro lado, Roberto no ha salido detrás de mí. No es buena señal. En absoluto. Pero tampoco tiene porque ser mala. Saco la llave, la guardo en el bolso y vuelvo al pub. Apenas me he alejado unos metros, el coche se cierra solo.

Me paro en la entrada. Veo a Roberto bebiendo a cortos sorbos la lager. No está mirando hacia la puerta, y no me ve. Tiene el aspecto de quién está esperando tranquilamente a que vuelva. Como si supiera que iba a entrar de nuevo. Pero claro, es imposible que lo sepa ¿no?. Ahora, eso es lo que parece. Tina mi intimísima siempre me dice que lo que parece casi nunca lo es, y también que nunca la hago caso. En eso me conoce. Ojala estuviera aquí para preguntarle que demonios le puedo contar a Roberto. Algo que cuele bien. Podría encender el móvil y llamarla, pero no quiero ver si éste me ha vuelto a llamar o a dejarme algún mensaje. Al menos ésta noche.

Roberto se gira ligeramente y levanta la mirada. Sin ninguna posibilidad de escape, nuestros ojos se clavan recíprocamente. La cara de Roberto no muestra ninguna expresión durante un par de segundos, transcurridos los cuales sus labios comienzan a sonreír levemente. Es una pequeña señal: ya sé que decirle.

Me acerco a su mesa, me siento a su lado y sin decir ni una palabra empiezo a besarle.

19 de Octubre de 2010

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