lunes, 18 de octubre de 2010

Añademe (5)




Al final he conseguido que me deje conducir a mí. A regañadientes, eso sí. Que si está perfectamente, que si no me sé cómo van las luces de su coche, y demás bobadas. Cinco minutos discutiéndolo para nada.


Lo que no sé es para donde tirar, pero no íbamos a quedarnos toda la noche en el patio de Jesús. Al final tiré para el irlandés de siempre. Allí no ponen la música alta y todo parecía indicar que quedaba mucho por hablar. Me vino a la cabeza un haiku , y lo recité con voz queda :

Luna, reloj de arena
La noche se vacía
La hora se ilumina


Ella me mira con ojos de loca antes de preguntarme que de donde he sacado eso. Le respondo que en un libro que me dejaron en la biblioteca de la cárcel. No volvió a abrir la boca hasta que llegamos al pub. Dudé en recitar otro haiku que recordé mientras aparcaba , el de ‘ la vieja mano sigue trazando versos para el olvido’, pero opté por la prudencia. Creo que ella ya estaba bastante mosca con lo de la cárcel, rumiando si sería cierto.

Pedimos un par de Lagers y nos quedamos mirándolas fijamente. Empecé yo. Y metí la pata. Pregunté desde cuando veía a su ex. A la vez que oía las palabras salir de mi boca, la otra mitad de mi cerebro me decía que era un error. Pero la verdad es que me estaba aburriendo, ahí mirando como un pasmarote las birras sin tocar.

Ella no llegó a responder. Me lanzó una mirada, así como de desprecio infinito que duró un par de segundos. Acto seguido cogió de un manotazo las llaves de su coche que estaban sobre la mesita. Y, muy digna se levantó y se fue.

No me molesté en seguirla. Ya tenía bastante por esta noche. Y tenía un par de birras a la vista. Justo, justito delante. Mientras trasegaba la primera recité en silencio.

Nos separamos
Y ahora me quedo solo
A la sombra del árbol


18 de Octubre de 2010

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