miércoles, 6 de abril de 2011

Precipitación





Sus ojos me miraban con ese brillo perpetuo que tanto llamaba la atención entre las profundas arrugas de su piel gastadísima. Otro detalle extraño en mi abuela era su rapidez en los gestos, y su suavidad. Recordaba a un gato. No a una gata. No tenía esa clase de reposo. Sobre todo de noche. La oscuridad le daba energía, decía, casi gritando. Y sus ojos llameaban como un faro en una isla lejana, pero a la vista.

“Nunca te acerques demasiado a nadie. Te asustarás.”

Me hizo apuntarlo en la hoja en blanco de un libro. Luego le pregunté por qué esa hoja estaba en blanco. Me dijo que para que escribiera en ellas. Pero que resistiera la tentación de hacerlo hasta que fuera inevitable. Y que no volviera a abrir el libro en años.

“Los tesoros han de ser secretos. Es la única manera de que no te los roben”

Esa frase no la apunté. Me hizo aprenderla de memoria. Luego me dijo que si la hacía caso, sería rica.

“Aunque nadie se dé cuenta “


6 de Abril de 2011

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