sábado, 26 de marzo de 2011

TORMENTA



Me mira con sus ojos brillantes en la penumbra que proporciona la sombrilla de publicidad de Coca Cola. Me mira con descaro. Me mira con cierta calma antes de encender un cigarrillo tras otro.

- El Gerardo tiene la culpa. Ya te dije que era un mierda. Pues ya lo ves, ya lo tienes. A mí ya me la jugó una vez.

Creo que no me cree. Hace gestos de que sí, pero no me fío. De vez en cuando, acaricia el bastón ese que tiene y que dicen que tiene dentro un estilete. Aunque yo no lo he visto. Ni nadie. Pese a la sombra, cada vez hace más calor.


- Mira Sebastián, hay formas de solucionar esto. Ya sé que no es lo ideal, ni en lo que habíamos quedado, claro, pero hazme caso, que va a ser lo mejor.

Dos mesas más allá, tres chicas ríen a carcajadas. Por un momento parece que se descojonan de mí, pero un vistazo me confirma que se dirigen a un par de pavos con una moto al otro lado de la calle. Gerardo saca una libretilla del bolsillo interior de la chaqueta. La abre encima de la mesa y con un bolígrafo que, aparentemente, ha estado todo el tiempo en su mano derecha. Empieza a escribir.


Las chicas se vuelven a reír. Las miro, y esta vez no me cabe duda de que es por mí. Los pavos me señalan con el dedo al otro lado de la calle. El camarero golpea la bandeja vacía al pasar por a mi lado, con un extraño repiqueteo.

Como el que hacen las gotas gordas de agua al principio de una tormenta .



26-03-2011

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