martes, 8 de febrero de 2011

MONSTRUOS (1)




Mordisqueo un croissant. Creo que me miran todos. La gente que pasa por la calle y la gente que está sentada en la terraza, porque me he sentado en la terraza pese a que no fumo. Pero es que hace buen día con solecito y viento sur.

No me gusta el viento sur.

En la cartera llevo la carta del laboratorio. No sé por qué llevo esta cartera de ejecutivo. No pega nada con mi cara llena de granos, las gafas no a la moda, ni con la ropa desde luego. Pero me gusta esa cartera. Odio a los que llevan mochilitas o mochilones. Y no voy a llevar bolsones de chica. Más que nada porque los que son un poco grandes, para que me puedan entrar mis cacharrejos, son horribles. La cartera de piel que uso, está bien. Me costó un pastón y pesa un huevo ya vacía. Es igual, me gusta y punto.

Echo una ojeada a mi alrededor. Casi todas las mesas están ocupadas. Casi todo el mundo fuma. Yo creo que han subido los precios para amortizar el costo de las estufas exteriores. Sería de tontos no hacerlo. Decía un compi, que los bares no son oneges. Nos ha jodido que no.

He oído en la radio que mucha gente se pira de las terrazas sin pagar. Así que me han hecho pagar nada más sacarme el café con leche con el croissant. Y eso que me conocen de hace mucho. Aunque no vengo a menudo. Es que odio un poquito a la gente. Según el día.

Abro la cartera y saco el sobre de una vez. El café me ha dado energías. Lo abro sin miramientos. No me importa que se note que lo he abierto. Miro los listados de cifras. Hace dos días no habría entendido nada de nada. Hoy ya sé donde tengo que fijarme, y lo hago.

Vuelvo a meter las hojas en el sobre. El camarero me está mirando, como si no hubiera pagado la cuenta.

Infeliz.

8 de Febrero de 2011

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