jueves, 3 de febrero de 2011

Paisajes, Desgracias y Silencios



“Va de narices, si. Siempre lo he dicho. Pero, oye, no sé, siempre que veo una por la carretera, que se me va la vista detrás.”

Marcos tenía una moto cojonuda. Llevaba no sé cuanto tiempo detrás de ella. Años. Y ahora ya la tenía, por fin. Me acuerdo de mi profe de filosofía del cole. Del día que nos señaló una mesa, diciendo: ‘veis esta mesa, ¿verdad?, pues a partir de ahora, a partir de que ya la conocéis, ya no es la misma mesa de antes. Ese es el problema del conocimiento. Ni más, ni menos.’

Pero no es ese el problema de Marcos. Simplemente su moto no le gustaba. No le gustaba ya. Quería otra casi igual, que sólo cambiaba en unos detalles. Pintura y poca cosa más. A los demás nos parecía ridículo. Una chorrada como un piano. Y además le envidiábamos. Eso es. Nadie lo decía, pero era eso. Las nuestras estaban ya empezando con los achaques, las reparaciones caras, las averías por sorpresa. Cuando le pasaba algo de eso a alguno, Marcos no decía nada, pero sabíamos que por dentro no podía evitar estar muy ufano. Y, la verdad es que casi era peor que no dijera nada, en lugar de ‘tío, vaya faena..’ o ‘ bueno, eso es normal, se arregla y listos’. Que eso suena a falso que te cagas, vale, pero es lo que espera uno que tiene la moto jodida que le digas.


En fin, ya es igual. Su moto se queda el garaje. Emma no nos ha dicho que va a hacer con ella. Ha pasado un mes desde que tuvo el infarto en la oficina. Un mes ya, quién lo diría ..

Esta mesa ya no es la misma mesa de antes. Qué cabrón. Que razón que tenía.

3 de Febrero de 2011

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