martes, 4 de enero de 2011

La Terracita



Consuelo nos está retrasando, como siempre. No sé que vamos a hacer con esta mujer. Toda la vida igual. Anda, ve a llamarla, cariño. Te esperamos en la esquina.

Jena, se larga corriendo como un gamo. La vitalidad de los once años. Creo que por el nervio que tiene nos negamos a llamarla por su nombre completo. Jimena suena demasiado reposado. Y serio.

Hace frío esta mañana, como corresponde al centro del invierno, pero menos que ayer, que te cortaba la cara en cachitos pequeños como granos de arroz. Eso sí, nada de sol.

En la esquina de la placita está Damián. Sólo y vestido de elegante. De tiros largos se podría decir si fuera una dama, y si no te oyera, porque sería capaz de arrancarte el alma de la leche que te metería. Es un animal. Noble, pero de los que no hay que provocar. Le saludo sin hacer la menor mención a su indumentaria. Esto es, un par de gruñidos que más o menos quieren decir, buenos días y qué tal.

Jena aparece de inmediato. Dice que ahora viene Consuelo, se da la vuelta y desaparece en menos de dos segundos. Le pregunto a Damián si va a venir su hija con las niñas. Niega con un gesto de vergüenza, añadiendo entre dientes que tiene algo que hacer en la capital. Renuncio a preguntarle que tiene que hacer tan importante. No vale la pena restregárselo, porque el pobre ya pasa mal trago ahora mismo. Un par de minutos de silencio y aparece Consuelo, con Jena pegada a sus faldas.

Los cuatro cruzamos la placita. Componemos un grupo un tanto extraño, supongo, si se nos mira de lejos, y si no se nos conoce. Apenas hemos andado quince metros, y Consuelo anuncia con una sonrisa que nos sobra tiempo , que acaban de llamar a casa , y que ahora nos sobra media horita. Propone que nos sentemos en la terraza del Círculo, que está a treinta metros, un rato. Damián y yo no ponemos buena cara, pero accedemos y nos sentamos en la mesita. Consuelo se desploma en la silla sonriendo. Jena da vueltas a la mesa. Primero en un sentido, y luego en el contrario.

Roberto, el camarero del Círculo sale a atendernos. Pasa un trapo grimoso por encima de la mesa. Toma nota del café descafeinado que pide Consuelo. Damián duda antes de pedir un vino blanco. Yo pido una bolsa de patatas para Jena y un café solo para mí.Roberto pasa otra vez el trapo por encima de la mesa. Dice que va a traer un cenicero, que podemos fumar en la terraza. Consuelo dice que eso era lo que hacía su hermana, la abuela de Jena, antes de pillar el cáncer de pulmón. Que no dejaba pasar ocasión. Y que dentro de media hora íbamos a asistir a su funeral. Roberto duda, y tras un par de pasos en falso se va sin traernos el cenicero.

Jena sigue dando vueltas a la mesa. Ahora para la derecha, luego hacia la izquierda.


4 de Enero de 2010

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