viernes, 10 de septiembre de 2010

Advertencias sobre la muerte (1)



Hoy es un día azul claro. Así es cómo mamá llamaba así a los días. Según le parecía a ella. Gris oscuro. Templado y plateado. Rojo caliente. No sabíamos muy bien cómo podía decirlo, puesto que mamá era ciega de nacimiento. Pero nadie tuvo nunca el valor de preguntárselo. Nunca.



De niños, mis hermanos y yo nos escapábamos siempre que podíamos con mi tía Andrea, la hermana de mi madre. Andrea nos llevaba al zoológico, a la playa de la Barceloneta, a Montjuic, a recorrer las Ramblas arriba y abajo, o a pasar la tarde subiendo con la merienda a Park Güell . Lo pasábamos de maravilla con mi tía, que era un puro torbellino de alegría, y que además a mí siempre me parecía muy guapa. La tía Andrea nunca se casó.



Espero a que llegue el coche. Ahora ya soy capaz de subirme a uno. Aunque todavía no las tengo todas conmigo. Me ayuda meter la mano dentro del bolsillo del pantalón y apretar con fuerza el reloj que era de mi padre. No sé por qué, pero funciona. Ya, apenas me mareo.



Suena el teléfono. Miro en la pantallita quién es. Es Clara. Sonrío levemente. Esta vez ha utilizado su propio número, en lugar de ocultarlo. Pero no cojo la llamada. Espero a que salte el contestador. A continuación, borro el mensaje que ha dejado. Y apago mi móvil mientras bajo a la calle.



El taxista acaba de llegar. La combinación de amarillo y negro siempre me ha parecido cómica. Abro la amarilla puerta y entro. En la parte trasera, Albert me hace un hueco. No me dice nada. El taxista me da los buenos días. Se los devuelvo y el coche arranca.





6 Septiembre 2010

No hay comentarios:

Publicar un comentario

 
Free counter and web stats