domingo, 26 de septiembre de 2010

Proyecto para la Eliminación de la Memoria (1)


Hacer eso es como gritar por la ventana que estamos locos a los cuatro vientos.

Bueno, que otra cosa iba a decir Damián, siempre preocupado por el qué dirán. El qué dirán los demás porque no se da cuenta de que su propia opinión no le importa un carajo al prójimo. Y tampoco sacar a pasear a Ron. Siempre tengo que ser yo la que lo hace.

Voy a sacar al perro. Hasta luego.

Cojo la correa y abro la puerta. Ron sale detrás de mí, lo que es raro según me dicen otros dueños de perros. Que suelen salir disparados por la puerta, los primeros. Será que Ron no quiere salir del todo de casa. A lo mejor prefiere quedarse y descojonarse de Damián sin que nadie se dé cuenta. Porque quién iba a sospechar de él.

En el parque están los perros de siempre, más o menos. Y sus dueños. A veces tengo la impresión de que algunos de ellos son paseados por sus perros. Que son ellos los responsables de sus tristes figuras humanas. Y hasta que les parece una pesada carga a depositar sobre sus cuatro patas, pero no les queda otro remedio. Como a todo el mundo.

Ron se ha acercado al bulldog francés de la chica esa tan chispeante. Hacen buenas migas. Yo no puedo decir lo mismo de su dueña. Bueno, la chica saluda con simpatía y eso, pero yo le noto que no está del todo a gusto. Igual son figuraciones mías. O no, puesto que me he dado cuenta de que no le hace carantoñas a Ron. No es buena señal ¿no?

La chica ata a su bulldog y se retira explicando que tiene que estudiar. Sujeto a Ron para que no se vaya con ellos. Después me doy cuenta de que no le he dicho adiós a la chica. En fin, tampoco sé cómo se llama aunque la habré visto más de 50 veces. Así que no puedo gritarle, ‘adiós, Luisa-Rosa-Laura-como-se-llame’.

Y, mira, esta vez me da pena.


26 de Septiembre de 2010

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