lunes, 20 de septiembre de 2010

Mi vida como una barrera


Sí, soy una barrera. Pero no una barrera corriente. No. Llevo decenas y decenas de años en mi puesto. En total más de 100 años. Como lo oyen.



Al pie del cañón. Bueno, mejor dicho del agua. Porque soy una barrera que está en la barquilla del Puente Colgante de Vizcaya. Mejor dicho somos dos, hermanas gemelas idénticas. Yo abro el paso en la orilla de Las Arenas y si la barquilla fuera una nave dirían que soy la de estribor. La del lado de babor, la que se abre cuando la barquilla está en Portugalete, me llama la pija. Por lo de que yo doy salida a los vehículos en la margen derecha, en la zona “rica”. Pero es una tontería. Ambas somos igualitas, cada una a cada lado de la barquilla. Una tontería, ya digo.



Un curro duro. Todos los días y todas las noches del año. Año tras año. Y casi diría que siglo tras siglo. Por lo menos uno. Pero lo que es, es aburrido. Cada 10 minutos te abren. Y dejas, primero salir a los coches, motos y bicis. Alguna vez alguna furgo. Y antaño camiones y autobuses. Eso, antes de que abrieran el megapuente de Rontegui. Desde que lo abrieron, pasan menos coches. Es un hecho, que no lo digo yo, ni la barrera que da a Portu. Antes, las colas para pasar podían ser de más de una hora de espera, con facilidad. Hoy somos una curiosidad. Un atractivo para el turismo. Cada vez veo más gente que me saca fotos en primer plano según llegamos a Las Arenas.



Claro que en estos más de 100 años, nos han hecho… unos liftings, claro está que la edad no perdona. Y no hablo de pintados cada poco para combatir el ambiente supersalino a tres metros sobre el agua de la Ría. No. Nos han ido cambiando a lo largo de los años. Coincidiendo con los cambios y modernizaciones de la barquilla.



Hace unos años, creo que seis o siete, nos hicieron automáticas. Como lo oyen. Ahora, el empleado del trasbordador da una orden por el micro de la radio y Portu (o yo) nos cerramos solas. Pero es que el resto de la barquilla, las puertas para los peatones, y demás van así. Creo que controladas por un ordenador. Y hay cámaras de video que espían todo. Antes, no. Nos tenían que cerrar empujándonos a mano. Y, luego bloquearnos con un pasador que era como el cierre de la puerta de una cárcel. Pero ahora, no tenemos cierre ni nada. El motor empuja cada hoja hasta que quedamos en línea con la barquilla y punto. Yo le digo a Portu que parecemos las puertas de un saloon del Oeste. Ella riendo me dice que sí.



Claro que nos habíamos acostumbrado a quedar así, lo que incluía hacer el viaje sobre la Ría con un meneo constante aunque limitado por unas ruedinas que nos pusieron con unos topecitos. Hasta que el otro día volvió a ocurrir. Por segunda vez, y me volvió a tocar a mí.



Era ya de noche. Un día entre semana. Estuvimos unos minutos esperando bajo la lluvia a que viniera algún coche. Y llegó un coche negro. Yo no estaba mirando, la verdad, y no sé si venía rápido o no pudo frenar. Para cuando me di cuenta mis hojas cedieron y el coche negro cayó limpiamente al agua. Yo quedé reventada, hacia afuera, pero salvé el pellejo. El chico que iba en el coche, creo que no.





[Dedicado a Mikel Uriarte R.I.P. http://www.elcorreo.com/vizcaya/v/20100918/vizcaya/familia-joven-murio-caer-20100918.html]



19 de Septiembre de 2010






















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