viernes, 24 de septiembre de 2010

Respuestas y Preguntas


Reverencia. Esa es la palabra. Todo el mundo me está tratando como a un príncipe. No, que digo como a un príncipe, como a un puto Rey. Será porque en este país hay monarquía y están acostumbrados.

Primero el hotel que me han puesto. Una suite de esas que son un apartamento enorme. Más grande, mucho más que el local donde ensayamos con la banda, antes de las giras. Y de un lujo decadente, por otra parte. Raro que no me hubiesen mandado un avión privado a recogerme, visto lo visto, pero ha debido de faltar poco.

Me han dicho por teléfono desde recepción que tengo a una chica esperándome abajo. Hace ya horas. Va a llevarme de aquí para allá como a un niño pequeño. Sí, como si fuera un mocoso que necesitase una cuidadora. Eso no me hace mucha gracia. Vale que tengo la edad de Matusalén, bueno, no del todo, pero no es como para que se piensen que me pierdo como un tonto por las esquinas. Claro que ya sé que a mi lo que se me valora es encima del escenario. Es lo que hay.

La niña ésta es un encanto. Le da las direcciones al chofer, está todo el rato pendiente de mí, y del móvil, puesto que la llaman cada cinco minutos. Quizá cada tres, en las horas punta, esto es justo cuando llegamos o salimos de algún sitio. El día ha sido largo, pero éste es el último apeadero antes de volver al hotel. La tele.

Hemos llegado tarde. Como el programa es en directo, no hay tiempo de preparar la entrevista. Bueno, ellos lo llaman hablar sobre la entrevista. A mí me da igual. En realidad, así acabamos antes.

Me maquillan a toda leche y me llevan volando al plató donde me sientan directamente en un sofá mientras la presentadora está con otro tema. Ella es una rubia preciosa. Con ese rubio pajizo que te lleva a pensar que es rubio natural. Normalmente.

Meten un video y me indican que voy a entrar de la misma. La presentadora consulta unos papeles rápidamente. Entre hoja y hoja me dispara una sonrisa.

El video acaba, creo, porque la rubia empieza a hablar de mí. De que es un placer recibirme y todo eso. Sin saludarme me hace la siguiente pregunta:

- ¿Qué es para usted el blues?
- Un negocio.

La rubia muestra una sonrisa quebrada, mientras musita a media voz :”.. no me lo puedo creer”

- Sí, sí lo es. Lo afirmo sin ningún remordimiento.

La rubia vuelve a las hojas de su guión. Pero yo ya estoy fuera de él.

23 de Septiembre de 2010

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