lunes, 27 de septiembre de 2010

Proyecto para la Eliminación de la Memoria(2)



Me acerco a la panadería. Bueno, panadería era antes. Ahora venden de todo, o poco les falta. Viagra, creo, aunque he oído que no sé donde se va a vender en los supermercados. Compro un par de bobadas que no necesito, pero es que quiero que me vean comprar como siempre. Como si nada.

Me atiende la chica jovencita. La viejota de toda la vida ya no está. Se supone que estará en una residencia de esas espantosas, donde no estás criando malvas, pero que casi es peor. Si lo pienso me pongo mala. Pago y me voy a la calle.

Ron me espera atado a la farola. Por un segundo pienso en dejarle ahí mismo. Pero los de la panadería que ya no lo es, me conocen a mí y a Ron de sobra. Suelto a Ron y nos dirigimos a casa. Evito pasar por la placita cuadrada. Suele estar llena de jonatans y chonis poniéndose ciegos a porros. No se suelen meter con la gente si están con las manos ocupadas liando. A veces puedes ver a más de diez liando a la vez, como un pelotón de menesterosos.

Suena mi móvil. Antes de cogerlo miro a ambos lados. Nadie parece fijarse en mí. Silencio el tono de llamada y acto seguido lo tiro por la boca de una alcantarilla. Se me ocurre pensar en el susto que se darán las ratas cuando vuelvan a llamar, porque supongo que pueden oír la llamada. Y si no, seguro que notan la vibración. Son unas tías muy listas.

Entro en la sucursal de la esquina. Le cuento al cajero lo primero que se me ocurre. Que la pasta es para comprar un coche de segunda mano. Al decir lo de ‘segunda’, bajo la mirada como avergonzada. El cajero no me pregunta nada más.


27 de Septiembre de 2010

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