lunes, 20 de septiembre de 2010

Póstumo



Me lo contaron en un viaje que hice a América. Del Norte, para ser más exactos. Que la gente de Maine, tenía por costumbre dar direcciones equivocadas cuando un forastero preguntaba por un sitio. A primera vista, dan ganas de ciscarse en la progenitora del oriundo de Maine. No me digan que no.





Pasada la ofuscación inicial, me sorprendí a mí mismo encontrarlo divertido. Es más se me ocurrió que podría buscar un cruce con dos posibles direcciones, esperar que apareciera un lugareño y preguntarle por un lugar. Y después de darle las gracias marchar por la dirección opuesta a la indicada, tratando de observar disimuladamente su reacción ...





Imaginad ahora que contáis esto visitando a un moribundo, en lugar de en una sobremesa con amigos de toda la vida. Imperdonable. El contexto, señores, lo es todo. Nunca lo olviden.





Bajé del estrado. Por llamar algo a esa mesa alargada donde el que está en medio está autorizado a llevar la palabra cantante. Y ése era yo.

Rápidamente me rodean diez personas en su mayoría sonrientes. Como se me acercan simultáneamente ninguna se decide a hablar primero. Pero ya sé lo que me van a decir.



Una hora después me encuentro en la mesa de un restaurante con varias de las personas de antes. Por supuesto, estoy invitado a la cena y al hotel. Y también al avión que tomaré mañana por la mañana. Y quien sabe a qué más esta misma noche.



Respondo como una máquina a muchas de las preguntas. Me las han hecho ya las suficientes veces como para que no tenga que pensar la contestación. Una de ellas me pregunta si lo de Maine es verdad. Dudo entre decirle que no, pero le contesto la verdad, que sí.



Y todo esto no me gusta demasiado. No, nada. Recuerdo cuando sólo tenía un lector.



O sólo había una historia.



El infinito.



11 de Septiembre de 2010

No hay comentarios:

Publicar un comentario

 
Free counter and web stats