viernes, 10 de septiembre de 2010

Respuestas


Amigo Vicente, no encontrarás nada mejor en tu vida. No, más todavía, te mueres y resucitas y sigues sin encontrar otro coche cómo este.



Doy vueltas alrededor de la carrocería. Me detengo y al trasluz veo unas aguas en el lateral trasero derecho. Intento disimular como puedo, pero no sé si él se habrá dado cuenta de que yo me he dado cuenta.



Lo que no puedes hacer es comparar este coche con el italiano ese que me dices. Vamos, eso es medir a dios con un gitano, con perdón del pobre gitano.



Me acerco al parabrisas. Mucho. Así puedo apreciar las pequeñísimas picadas en el cristal que surgen con el paso de muchas decenas de miles de kilómetros. Tal y cómo me imaginaba.



Te voy a abrir el capot. Mira, mira. Si se puede comer aquí encima. Pones una ensalada en la tapa de balancines y te la comes más tranquilo que la leche.



El motor está limpio. Lo han petroleado con una pistola a presión. En los bordes de las juntas se sigue apreciando la cantidad de grasa y mierda que ha tenido encima hasta hace nada.



Espera que te lo arranco para que lo oigas. Seda pura. Ya verás.



Se mete dentro y acciona el arranque. El motor emite una resonancia grave que recuerda el gorgoteo de un palomo. Cojo.



¿Qué, no te había dicho? . A gloria bendita. ¿Quieres que lo probemos?



Acepto con un gesto preciso. Se pone al volante y conduce a mi lado por una zona de polígonos industriales. Las continuas rotondas impiden circular con rapidez. Tras diez minutos de viaje, le pido que me deje conducirlo, antes de que me diga cuanto pide por el coche.



Me siento en el asiento del conductor. Extraigo mi automática del 9 largo . Con un gesto sencillo le indico que se baje. Y me largo con la mierda de coche .





8 Septiembre 2010

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